EL INSOMNIO DE LOS PECES - AUTOR: JAVIER PARRA - EDICIONES MATRACA - SEVILLA - 2018 - CAPITULO III - TOCANDO FONDO: MIS ANDANZAS Y DESVENTURAS CON MICHI PANERO
EL INSOMNIO DE LOS PECES
AUTOR: JAVIER PARRA
CAPITULO III - TOCANDO FONDO: MIS ANDANZAS Y DESVENTURAS CON MICHI PANERO
La última vez que estuve en el domicilio de
Michi Panero fue mucho antes de haberle editado el libro de poemas “Los locos”
a su hermano Leopoldo María, por recomendación de mi buen amigo Luis Arencibia,
autor de las ilustraciones. Había ido retrasando mi visita deliberadamente.
Durante mi viaje a Gijón, con motivo de hacerle entrega a Lepoldo María de un
anticipo de sus derechos de autor, les comenté a José y a Natalia que había llegado
el momento de reencontrarme con Michi. Objetivamente, no era posible que su
estado fuese peor que el de su hermano, con el que había pasado todo un día en
el sanatorio de enfermos mentales en el que se hallaba confinado. Después de
tantos años volvería al para mí tan evocador antiguo piso de la calle Ibiza.
Todavía recuerdo con nitidez la primera vez que estuve allí, cuando aún
Felicidad Blanc, la glamourosa madre de Juan Luis, Leopoldo Maria y Michi, nos deleitaba con su presencia. Las
noticias sobre Michi que habían llegado a mis oídos no eran nada alentadoras y
todas coincidían en la situación precaria en la que se encontraba. Parecía ser
que tanto él como Sisita, su mujer, se habían abandonado por completo y vivían
como indigentes. Conocida la tendencia del ser humano a exagerar la realidad,
decidí comprobar la veracidad de los rumores, de primera mano. Fue Michi quien
me abrió la puerta, y al verle supe que me había engañado a mí mismo tratando
de convencerme de que lo que me habían contado no era cierto, o al menos no tan
dramático. El tejido de su camiseta, que alguna vez tuvo que ser azul o gris,
apareció ante mi vista como una amalgama de manchas marrones en toda su gama –
del más claro al más oscuro-; el pantalón vaquero, amarillo en el área de la
bragueta por el orín, seguramente se hubiese tenido en pie sin nadie dentro y
los zapatos estaban en tan mal estado que hubiese sido mejor que anduviese
descalzo. Me abstuve de abrazarle y le extendí la mano, sonriente, manteniendo
la compostura y tratando de impedir que aquel olor insoportable me hiciese
vomitar. Tras él apareció Sisita como un fantasma salido de la nada. Sonrió,
apartó a Michi del umbral y me abrazó y besó con efusividad. Llevaba una
camisola bien ventilada, debido a los innumerables agujeros que la decoraban,
producto de quemaduras de cigarrillos.
Entré tras ellos. Durante el trayecto por el pasillo mi primer centro de
atención fue el trasero de Sisita, lleno de mierda y sin vestigios de ropa interior.
El segundo centro de atención fue el suelo móvil del pasillo, que me indujo a
pensar que me estaba mareando por tanta inmundicia. Una bombilla de 40 watios
era la única encargada de iluminar el recibidor y el pasillo, proporcionando
una penumbra bastante tétrica, por eso tuve que pararme y examinar con atención
aquel hecho insólito para percatarme de que un mar de cucarachas era el que
producía el efecto óptico. No quise seguir indagando sobre la variedad y
cantidad de fauna que moraba en el pasillo, aunque todo apuntaba a una invasión
en toda regla. Era bastante probable que desde la muerte de Felicidad Blanc
nadie hubiese vuelto a asear el piso, dado el estado en que se encontraba; era
como si el tiempo se hubiese parado en su interior el mismo día en que ella
dejó de existir, no permitiendo más que la adición de elementos y nunca la
eliminación o cambio de ubicación de los que allí había. Para acceder al salón,
tuve que sortear – aparte de la fauna ya comentada – objetos de todo tipo como
viejos periódicos, ropa sucia, zapatos rotos de diferentes épocas y estilos,
restos de comida, botellas, vasos, bragas y calzoncillos con restos de mierda
seca, compresas usadas y bolsas de basura amontonadas. Logrado el objetivo de
llegar al salón, me encontré con un caos de similares características que
también se había adueñado de la pequeña habitación que hacía las funciones de
biblioteca, de los dormitorios, del cuarto de baño y de la cocina. De esta
última me llamó la atención un camino perfilado entre los montones de bolsas de
basura que llevaba hasta el frigorífico, y que era el único espacio
transitable. Milagrosamente, el aparato funcionaba a pesar de la comida podrida
que había en el interior del refrigerador y de los bloques de hielo, botellas
estalladas y latas abombadas en el congelador. Más tarde supe que el motivo por
el que existía un camino de acceso al aparato era porque de él extraían el
hielo y los refrescos para las bebidas alcohólicas, previamente comprados en
una gasolinera. Al fondo de la cocina se encontraba la lavadora, atestada de
ropa sucia prácticamente fosilizada. Según me comentó Sara, se averió hacía más
de un año y desde entonces la ropa seguía allí. Sin duda, lo que en peor estado
se encontraba era el cuarto de baño, y fue tal el impacto que me causó verlo
que no creo poder describirlo con objetividad. No había agua caliente – el
calentador llevaba estropeado bastante tiempo -, el suelo estaba cubierto con
una densa capa formada por restos de vomitonas, meados, heces diarreicas que no
habían sido depositadas en el lugar adecuado, multitud de pañuelos de papel
usados, compresas y otros objetos difíciles de identificar a primera vista.
Tanto en el lavabo como en el armarito colgado sobre él, aparte de suciedad, se
acumulaban desechos tales como botes vacíos de espuma de afeitar, cajas de
maquillaje tanto rotas como vacías, algodón con restos de sangre, medicamentos
caducados o fuera de los recipientes o envases, cremas secas dentro de los
botes, maquinillas de afeitar oxidadas, e incluso trozos de papel higiénico con
evidentes signos de haber sido utilizados para limpiarse el culo y que a día de
hoy desconozco las oscuras razones de su inusual ubicación. Cada vez que tenía
que entrar a echar una meada, para evitar vomitar tanto por el olor como por la
panorámica, tomaba aire a la entrada, realizaba la evacuación en tiempo record
y espiraba a la salida
Sisita se había instalado en el antiguo
dormitorio de Leopoldo Maria, quien a su vez lo había elegido por su situación
estratégica al lado del recibidor, para que nadie pudiese controlar sus
entradas y sus salidas. La habitación se comunicaba con otra más pequeña
utilizada como anexo. El aspecto de ambas era similar al del resto de la
vivienda. Aparte de la suciedad
incrustada en cada uno de sus poros, acumulada a base de años, la decoraban
montículos de ropa, botellas y latas de cerveza y refrescos, fármacos de todo
tipo, revistas del corazón y gran cantidad de libros de autoayuda y novelas
rosa, todo ello distribuido sobre un lecho de vomitonas y orines resecos,
restos de comida, colillas de cigarrillos y compresas usadas. Sara, en un
principio, pensó en el anexo como el lugar donde ir dejando sus pertenencias
para luego distribuirlas por el resto de la casa, así como lugar para dejar las
bolsas de basura para su posterior bajada a los contenedores. Posteriormente se
estancó, ya que ni las pertenencias que Sara fue dejando allí fueron ubicadas
posteriormente en ningún sitio, ni las bolsas de basura llegaron a su destino.
Al lado de este vertedero, ya en el pasillo, desentonaba un precioso y valioso
mueble de caoba que ocultaba en el interior de sus cajones monedas antiguas,
botones, bobinas de hilo, facturas arrugadas, correspondencia sin abrir, polvo
e incluso varios excrementos de la perra envueltos en pañuelos de papel.
Michi utilizaba como dormitorio el que se
encontraba al otro extremo del piso, es decir, el más alejado de la habitación
de Sisita y al lado del que habían ocupado en vida sus padres cuando los
hermanos eran aún unos niños. Su aspecto era prácticamente igual de repugnante
y caótico que el de Sisita, incluso me atrevería a decir que incluso peor
porque en éste Michi se había cagado varias veces en el suelo. Allí encontré,
entre la poca ropa de Michi, un Diario de Felicidad correspondiente a sus
primeros años de matrimonio, cartas dirigidas por personajes de la época al
padre, recortes de prensa y una gran cantidad de fotografías tanto de la
familia del padre como de la madre y de los tiempos en los que ellos mismos
habían sido una familia. La alcoba que antaño había pertenecido a sus padres,
presentaba un aspecto tétrico. Lo que en su día fue una cama había quedado
reducido a un somier con los muelles y los flejes rotos, sobre el cual yacían
objetos de la fallecida madre en el más absoluto caos, tales como, tales como fotografías
enmarcadas de los hijos, carpetas con recortes de prensa, cartas que Leopoldo
María le había escrito, alguna que otra baratija recuerdo de algún viaje por el
extranjero o viejos discos de vinilo rotos o simplemente fuera de sus
correspondientes fundas, como mudos testigos de que Carmen pasó por allí. En
una esquina se amontonaban cajas llenas de ropa y zapatos, según Michi,
pertenecientes a amigas o ex que o bien se las habían dejado olvidadas, o bien
no habían considerado oportuno pasar a recogerlas. La función que le había sido
asignada a la alcoba paterna era la de servir de excusado para Bala, la
encantadora perrita Cocker Spaniel de ambos, cuando a ninguno de los dos les
apetecía bajarla a la calle, que era en la mayoría de las ocasiones.
El comedor solo conservaba de otros tiempos
una gran mesa redonda, atestada de papeles y objetos varios, el teléfono, tres
o cuatro sillas desvencijadas y dos muebles tipo años cincuenta llenos de
botellas vacías, velas, bombillas fundidas y un montón de objetos
inclasificables. Éste conectaba con un saloncito que en el pasado se utilizaba
como biblioteca y sala para recibir y estar con los amigos o visitas. Este
lugar se había convertido en el centro neurálgico del piso. En él se comía, se
veía la televisión, se leía, se bebía hasta perder el conocimiento e incluso se
follaba. Sus polvorientas y cochambrosas paredes estaban forradas con
estanterías del suelo al techo, diseñadas para acoger lo que en su día fue la
biblioteca paterna y que ahora, en su mayoría, eran ocupadas por los huecos
dejados por las valiosas ediciones que habían ido vendiendo. Los únicos
ejemplares valiosos que se habían salvado del expolio eran los italianos,
adquiridos por Felicidad cuando los tres hermanos estudiaban en el Liceo Italiano
para que tuvieran lecturas originales. El resto de libros, aparte de algunos
ejemplares de Leopoldo María correspondientes a su etapa de compromiso político
en los años sesenta-setenta, eran ediciones actuales, sin ningún valor, todos
ellos regalados a Michi o bien por las editoriales, como deferencia al pasado
literario de la familia, o bien por amigos para que se entretuviera con la
lectura de novela negra, género que le apasionaba. En un lateral de la sala,
una mesa acogía a un viejo y destartalado televisor, en el que Michi veía la
programación para posteriormente realizar su crítica en el periódico “Diario
16”. En el centro otra mesa, más pequeña, apenas se mantenía en pie, astillada
y llena de bebidas, comida, vasos sucios, papeles, libros y multitud de
desechos. Pegados a una de las paredes, había dos sillones de orejas raídos y
descoloridos acompañados de una vieja lámpara de pie, con la mitad de la
pantalla destrozada. Repartidas anárquicamente por la habitación, tres sillas
servían de asiento a los invitados, aunque sólo una de ellas era útil, pues las
otras tenían las patas desencoladas. A pesar de toda la suciedad y el
deterioro, en contraste con el resto de la casa, era un lugar acogedor. En
aquella habitación viví situaciones dramáticas, surrealistas, cómicas y
dantescas. También tuve la oportunidad de conocer a casi todos los amigos de la
pareja, en su mayoría escritores, cineastas y periodistas.
Después de esta primera visita tras la muerte
de Felicidad, continué visitando a Michi, al principio un par de veces a la
semana, y posteriormente a diario, con el objetivo de recabar información de
Leopoldo María, sobre el que tenía planeado escribir una biografía. Con el
tiempo mi interés por Lepoldo María se fue diluyendo y se fue centrando en Michi,
hasta el punto que decidí centrar la biografía en él, en vez de en su hermano.
Leopoldo María, debido a su esquizofrenia, había sido incluido, gracias al
ánimo de lucro de las editoriales, en el club de los poetas malditos, cuando en
realidad no era sino un pobre enfermo, patético, y en la mayoría de las
ocasiones, sobrevalorado. Si sus escritos fuesen analizados con rigor, se
llegaría a la conclusión de que más de la mitad son bazofia, aunque también es
cierto que entre toda su obra podemos encontrar varias joyas, que rozan la
genialidad. Gracias a aquel reencuentro descubrí que Michi era mucho más
interesante y polifacético que cualquiera de sus hermanos. Como escritor era
más completo y maduro que Leopoldo María o Juan Luis, sin embargo, apenas tenía
material publicado –algún que otro artículo, unos breves ensayos y
críticas televisivas—, y eso que su calidad literaria estaba fuera de
toda duda. Tuve la suerte de acceder a alguno de sus cuentos inéditos – a día
de hoy lo siguen estando – y quedé fascinado por su calidad, percatándome de
que era el más dotado para la escritura de los tres. Una explicación plausible
al ostracismo literario de Michi podría ser la marginación familiar que sufrió
desde su más tierna infancia. Era el mediano de los tres hermanos y, por otro
lado, su hermano Leopoldo María, al que todos consideraban como el delfín del
padre, era el centro de atención, explotando su enfermedad hasta la saciedad.
Otra de las razones por las que Michi evitaba publicar sus escritos era el
pudor que sentía al compararse con los grandes autores que admiraba, como
Flaubert o Scott Fitzgerald. Vivía
interpretando un personaje literario, bohemio y culto, que se había inventado y
del cual le era difícil desprenderse. Podría haber pasado a la historia como
uno de los mejores escritores de nuestro país si así lo hubiese querido.
En aquella época mi matrimonio empezó a hacer
aguas. La convivencia con una mujer histérica en plena crisis de los treinta,
se me hizo insoportable. Era como un grano en el culo. A medida que me iba
alejando de mi pareja me acercaba más a Michi y Sisita. Entre los tres, a pesar
de nuestras enormes diferencias individuales,
se creó un extraño vínculo afectivo que hizo que perdiese toda objetividad
para escribir la biografía de los Paneros, por lo que finalmente desistí en la
idea. Decidí que era mucho más interesante dedicarme, simplemente, a vivir con
ellos, compartir sus penas y alegrías y adoptar su actitud negativa ante la
vida lo que conllevaba intentar evadirse de ella a base de drogas y alcohol.
Entré en una espiral autodestructiva en la que sólo tenían cabida el sexo, las
drogas y el alcohol, quedando todo lo demás en un segundo plano. Fue en este
periodo cuando trabé amistad con “la peña”, a la que acudía para continuar la juerga
después de haberme puesto a tono en compañía de Michi y Sisita. Antes de
continuar con el relato quiero aclarar que, a pesar de ser consciente de que
esta etapa de mi vida fue amoral y degradante, no pretendo ni quiero renegar de
ella o justificarla. Creo que las experiencias que viví en ella me sirvieron
para conocer mejor la naturaleza del ser humano, y por ende la mía propia.
Aprendí que somos fundamentalmente individualistas y egoístas y que en raras
ocasiones estamos dispuestos a compartir nuestra libertad, nuestra intimidad o
nuestra individualidad con otra persona.
En una primera etapa de mi relación con
Sisita y Michi, a pesar del alcohol, manteníamos animadas conversaciones sobre
literatura, amigos, familia o cualquier otro tema que consideráramos
interesante. Posteriormente, esas charlas fueron espaciándose hasta que
terminaron por desaparecer. El alcohol, y las drogas en mi caso, se habían
apoderado de nuestras vidas de tal manera que nuestra única preocupación era
cómo conseguir el suministro diario. Nuestra relación con los demás carecía de
cualquier tipo de afectividad y se limitaba única y exclusivamente a conseguir
que nos proporcionaran nuestro “combustible” o nos diesen pasta, aunque para
ello tuviésemos que seducirlos o incluso fingir que nos gustaban o que nos
importaban. Así fuimos quemando los días mientras Michi y Sisita soñaban con el
cambio económico y social que iban a experimentar sus miserables vidas tras el
estreno de la película que Ricardo Franco había hecho sobre la familia Panero,
como reflexión sobre otra que se había filmado veinticinco años antes, por
Jaime Chavarri, El Desencanto y que tanta polémica y ríos de tinta ha acumulado
hasta el día de hoy.
La película titulada “Después de tantos años”
era una especie de documental que pretendía reflejar los cambios que habían
experimentado las vidas de los tres hermanos en los veinticinco años
transcurridos desde la filmación de la anterior, en la que reflexionaban sobre
lo que su padre había representado para ellos. El estreno de esta última
coincidió con el inicio del periodo de transición de una larga dictadura a una
recién nacida democracia, y por lo tanto, en pañales. Causó un gran impacto en
la opinión pública al dejar al descubierto las mezquindades y miserias de una
de las familias más representativas del régimen franquista.
El ansiado día del estreno de la película
llegó, y con él el final de los sueños de Sisita y Michi. Sus patéticas y
tristes vidas siguieron exactamente igual, las mismas bolsas de basura
acumuladas, las mismas botellas vacías y la misma desilusión ante un futuro de
lo más oscuro y sombrío. Al estreno en Madrid acudió el equipo de rodaje
prácticamente al completo, no sucediendo así con los tres protagonistas, de los
cuales sólo Michi hizo acto de presencia. Leopoldo María no consiguió que le
diesen el permiso necesario para desplazarse a Madrid, acompañado de un celador
que le vigilara, y Juan Luis no deseaba reencontrarse con sus hermanos. Durante
la proyección de la película Sisita, Michi, Ricardo Franco – director de la
película- , Imanol Uribe , Andrés Santana
– estos últimos productores de la película – y yo, estuvimos tomando
copas en un bar desde el que podíamos ver la salida del cine, esperando
pacientemente a que saliera el público y observar su reacción. Aquel día no
sacamos ninguna conclusión sobre la acogida del film, pero al día siguiente
todas nuestras dudas se despejaron con las excelentes críticas que se habían
publicado en toda la prensa, tanto de críticos como de público cinéfilo que expresaba
su opinión. Dos o tres semanas después, sin embargo, fue retirada de la
cartelera, pasando al olvido en pocos días, no reeditándose posteriormente en
ningún formato, ni siquiera a día de hoy que es posible encontrarlo
prácticamente todo en DVD. Dos días después del estreno se realizó una mesa
redonda en la FNAC que esta vez sí conto con la presencia de Leoldo María que
expresamente se desplazó desde Mondragon acompañado de un celador para poder
intervenir junto a Michi, Ricardo Franco, Imanol Uribey Jaime Chavarri director
de la anterior película. La hora prevista para celebrar la mesa redonda era la
de las veinte treinta horas siendo
precisamente esta misma hora en la que me encontraba yo convenciendo a Michi en
su casa de la conveniencia de que acudiera ya que este con una considerable
borrachera se negaba a ello, finalmente y con un retraso de más de veinte
minutos sobre la hora prevista llegábamos a la plaza de Callao en un taxi. El
acto transcurrió relativamente en calma a pesar de la visible borrachera que
tenía Michi y de las excentricidades más o menos controladas de Leopoldo María
cada vez que intervenían. Personalmente aproveche la presencia en el acto de
ambos hermanos para realizar varias fotografías de los dos ya que últimamente
era muy difícil que coincidieran ambos hermanos
juntos sobre todo, por la negativa de Michi a compartir su tiempo con
“el loco” como denominaba a Leopoldo María. Después del acto estuvimos tomando
unas copas en la cafetería de la FNAC donde mientras conversábamos Ricardo,
Michi y otros amigos sobre la película nos interrumpió Leopoldo María para
comunicarnos que se había meado encima sin darse cuenta. Tuve que
convencerle de que no tenía la menor importancia y que podría cambiarse cuando
llegara al hostal en el que estaba alojado hasta que regresara a Mondragon.
Aquella noche cuando regresamos a su casa, Michi se fue directamente a la cama
y Sisita se quedó conmigo conversando durante buena parte de la madrugada,
siendo precisamente aquella noche cuando “surgió” algo entre nosotros, de hecho
fue la primera vez que me entraron unos deseos incontenibles de follarmela en
aquel preciso instante y si la cosa no prospero fue por el colocon que ambos
teníamos que entre otras cosas nos impedía incluso el esfuerzo que teníamos que
hacer para poder echar un polvete.
Unos días después de este episodio regrese de
una breve estancia de un fin de semana en Londres donde había estado con
Natalia celebrando su cumpleaños y me encontré el contestador telefónico lleno
de angustiosas llamadas que me había hecho Michi durante los días que yo había
estado ausente de Madrid rogándome que acudiera a auxiliarle porqué Sisita se
había vuelto loca y le estaba pegando cada dos por tres. Según me comentaba en
alguno de los mensajes la situación estaba en unos niveles insoportables, de
hecho me decía que Sisita le había tirado un vaso en la frente que le había
dejado en ella una cicatriz de por vida. Eran mensajes dramáticos en los que no
paraba de solicitar que acudiera por favor a ayudarle y para ver si podía yo
mediar en el asunto y pacificar un poco el ambiente. Cuando acudí me di cuenta
rápidamente que la relación entre ambos
se había deteriorado considerablemente en poco tiempo y que prácticamente
estaban tocando fondo, la frustración al ver que el estreno de la película no
cambiaba nada había fomentado que ambos bebieran aún con más intensidad y se
desatara entre ellos un estado de mutuos reproches por el fracaso de vida que
llevaban, así que viendo el panorama tan desolador que se presentaba opte por
aconsejarle a Sisita que lo mejor para los dos era que ella se marchara al
menos durante unos días a la casa de alguna amiga o familiar hasta que se
rebajara un poco la tensión que tenían y que impedía entre otras cosas el que
pudieran sentarse un rato a intentar conversar para llegar a una posible
solución que evitara el que se trataran tan agresivamente los dos. No consigo
recordar bien donde se fue Sisita –creo que con su madre—pero al menos acepto
mi consejo y se marchó más de un mes fuera de la vida de Michi consiguiéndose
con esto que al menos durante este tiempo no se mataran de una paliza.
Paradójicamente Michi no solo no se tranquilizó sino que al estar solo bebía
más descontroladamente volviéndose cada día que pasaba más agresivo, paranoico
y desconfiado que nunca. Para complicar aún más las cosas la ausencia de Sisita
fomento el que aumentaran las continuas visitas de amigas y admiradoras
femeninas que entre otras cosas se encargaban de que no faltara nunca bebida,
así que este aumento sus dosis tan bestialmente que llego algunos días a
beberse cuatro o cinco botellas de vodka mezclada con limón aparte de numerosas
birras. Este desmadre alcohólico provocaba que Michi en lugar de serenarse y
relajarse con la ausencia de Sisita tuviera por el contrario continuos ataques
de agresividad que cada vez eran más difíciles de poder controlárselos y que
incluso tuviéramos que dejarle solo en más de una ocasión ante el inminente
peligro de no saber cómo podía reaccionar cuando entraba en aquellas fases agresivas.
Por el contrario durante esta época tenía algunos momentos en los que era una
autentica gozada estar con él ya que le daba por conversar sobre literatura,
cine o incluso a veces hasta sobre recuerdos familiares que con su mordacidad e
ironía nos hacía descojonar de risa. Algunas veces –las menos—se acordaba de
Sisita y se levantaba para llamarla por teléfono y conversar con ella
diciéndole que la echaba de menos para pasar en pocos segundos a llamarla
golfa, puta y sobre todo algo que a Sisita la sacaba de quicio: tontiloca.
Unos dos meses después de haberse ido para
evitar las continuas peleas a las que inevitablemente conducía la convivencia
de la pareja, así como para intentar deshabituarle del pernicioso consumo de
alcohol, Sisita regreso nuevamente al domicilio de Ibiza a intentar nuevamente
reestructurar su relación con Michi. Había conseguido moderar un poco su
alcoholismo y al menos físicamente se encontraba bastante mejorada al haber
llevado un plan de comidas más regular y estable a la vez que presentaba un
aspecto más saludable en todos los sentidos al estar igualmente en un ambiente
higiénico. Su alejamiento de tanta cochambre había obrado de hecho un efecto
casi milagroso en su aspecto, fundamentalmente me percate de ello al observar como
la miraban y la piropeaban cuando salíamos juntos a pasear por los alrededores
de su casa a la perrita. Era obvio que a pesar de su deterioro físico por
tantos años de bebida y de mala alimentación aún conservaba gran parte del
atractivo físico que había tenido en su época de máximo esplendor de su
belleza. En la convivencia con Michi a pesar de una cierta calma en los
primeros días posterior a su regreso, esta se fue progresivamente deteriorando
nuevamente. Michi mantenía al principio una actitud relajada y alegre, parecía
como si el regreso de Sisita le hubiera devuelto un interés por las cosas,
incluso mantenía animadas tertulias con nosotros recordando los tiempos
pasados, haciendo los irónicos comentarios jocosos tan habituales en él cuando
yo le mostraba algunas de las fotografías familiares que iba encontrando y
comentando numerosas anécdotas de los personajes que aparecían en ellas.
Estuvimos por esta época escuchando unas cintas de magnetófono que encontré
inesperadamente ocultas en un viejo cajón y que pertenecían a las grabaciones
que había hecho Felicidad entrevistando a los intelectuales de su generación
para un programa cultural de Radio Nacional de España que se emitió en su
momento. A veces conversábamos con otros amigos en animada tertulia sobre los
nuevos valores de la literatura mundial tales como Richard Ford, Raymond
Carver, Denis Johnson o Paul Auster entre los extranjeros y de Javier Marías,
Soledad Puértolas, Enrique Vila-Matas o Quin Monzo entre algunos de los
españoles, terminando las más de las
veces en una animada discusión sobre si era mejor William Faulkner o Francis
Scott Fitzgerald. La verdad es que para que se diera esta aparente calma
contribuía el hecho de que Sisita pasaba gran parte de su tiempo fuera de casa
con sus amigas o saliendo de vez en cuando con alguno de sus amantes evitando
de esta forma pasar mucho tiempo con Marcos.
A esta etapa de mi convivencia con tan
singular pareja pertenece el episodio que viví con una joven promesa de los
medios de comunicación y que durante un corto periodo de tiempo hizo que yo
volviera a interesarme por algo más que no fuera solamente beber y drogarme. La
historia comenzó un día en el que yo me encontraba en el piso de Michi ojeando
unas cartas que había encontrado dirigidas a Felicidad por Leopoldo María en la
época en la que este había estado preso en una cárcel de Valladolid por
cuestiones políticas, cuando inesperadamente sonó el timbre de la puerta de la
calle. En un principio pensé en pasar de preguntar quién era ya que Sisita no
estaba y Michi se encontraba durmiendo profundamente como consecuencia de una
reciente borrachera no obstante y ante la insistencia de la llamada decidí
finalmente descolgar el telefonillo interior y saber quién coños era. Me
respondió una juvenil voz preguntándome que si era el domicilio de los Panero y
que si así era si podía ver a Michi Panero. Le conteste afirmativamente
pulsando el botón que abría la pesada puerta de la calle para que pudiera
subir. Espere en la puerta del piso unos minutos a que subiera el ascensor y
para mi sorpresa cuando se abrieron las puertas me encontré cara a cara con una
bellísima adolescente de unos dieciséis años que tímidamente me saludo y casi
sin darme tiempo a que le respondiera al saludo me pregunto si podía ver a Marcos
ya que quería hacerle una entrevista para una revista universitaria en la que
ella colaboraba en la sesión de cine y como los Paneros habían protagonizado
recientemente un documental sobre su vida quería charlar con Marcos sobre la
película, me soltó casi de carrerilla y sin pausas para tomar aliento. Le
sonreí seductoramente y le dije que efectivamente Michi se encontraba en casa y
que no creía que este tuviera ningún problema para concederle una entrevista
pero había un pequeño obstáculo para ello y era que Michi se encontraba
durmiendo desde hacía poco y me temía que no iba a ser muy amable su respuesta
si le despertaba yo en ese momento para que ella lo entrevistara así que lo más
prudente si realmente le interesaba la entrevista era que pasara dentro, se
tomara un café o lo que le apeteciera y que esperara hasta que este se
despertara. Eso sí le añadí que no podía garantizarle el tiempo que tendría que
esperar ya que a veces Michi dormía de un tirón quince o veinte horas seguidas
después de una borrachera. Para mi sorpresa acepto rápidamente diciéndome que
no tenía la más mínima prisa y que prefería esperar todo el tiempo que hiciera
falta antes que perder la ocasión de
poder entrevistarlo, se acercó hacía mí me largo dos besos y me dijo que se
llamaba Nuria, después sin más preámbulos tras decirle que yo me llamaba Adolfo
la invite a que pasara hacía la biblioteca caminando delante mía por el largo
pasillo. Mientras nos dirigíamos a la biblioteca pude observar que llevaba una
ajustada minifalda que insinuaba un sensual y atrayente culito al que
correspondía un par de bien torneadas piernas que terminaban en unas botas de
fino tacón. Le indique que se sentara donde le apeteciera que yo iba a preparar
en la cocina algo para beber –por cierto que te apetece tomar, le dije. Para mi
sorpresa me contestó diciéndome que si tenía Güisqui se tomaría un cubata con
coca cola, asentí afirmativamente y me dirigí a preparar las copas. Cuando
regrese Nuria estaba curioseando las fotografías que yo tenía esparcidas y que
antes de su llegada estaba clasificando, le ofrecí su copa y le comente que si
le apetecía podía seguir viéndolas mientras yo hacía otras cosas. Me sonrió y
me dijo que si no me importaba prefería conversar un poco conmigo y conocer más
cosas sobre Michi así podía preparar la entrevista con más preguntas concretas.
Le dije que estaba de acuerdo pero con una condición, antes tenía ella que ser
la que me contara un poco de su vida. Me sonrió y me dijo que –de acuerdo,
pasando sin más a decirme que era de San Sebastián y que había decidido
trasladarse a estudiar a Madrid para estar lejos del control y de la presión
familiar. Vivía en un piso de alquiler compartido con otras tres chicas y
actualmente estaba cursando el segundo curso de periodismo en la Facultad de
Ciencias de la Información en la Autónoma, aún no tenía claro a que
especialidad se iba a dedicar, solo sabía que le gustaba mogollón entrevistar a
personajes singulares y que precisamente a este interés se debía el que sus
compañeros la hubieran elegido tras ver la película sobre los Paneros para que
entrevistara a Michi. Ver la película me dijo, la había impactado tanto que se
fue inmediatamente a la hemeroteca a consultar todo el material que pudo sobre
ellos e incluso había conseguido ver la primera película en una versión de
video doméstico que un compañero tenía. De los tres hermanos, Michi la tenía
fascinada, más que cualquiera de los otros dos, según ella este era uno de esos
personajes singulares que tanto la atraían. Mientras me contaba todo esto pude
observarla con todo detenimiento dándome cuenta de que realmente era una
preciosidad, sus ojos grandes y azules tenían unas pestañas largas y
perfectamente delineadas por el rímel para que resaltaran, su rostro aniñado me
recordó inmediatamente al de Jane Birkin cuando esta era la joven adolescente
que protagonizo la célebre y mítica película de Antonioni Blow-up, tenía la
sonrisa sensual y erótica que esta mostraba en la pantalla cuando el fotógrafo
la enfocaba con su objetivo. El pelo castaño lo llevaba recogido en dos
graciosas coletas, y aparte de la minifalda negra y ajustada que ya había
podido observar cuando caminaba por el pasillo vestía un top ajustado en color
celeste que evidenciaba claramente la pequeñez de sus pechos. Los leotardos de
rayas rojas, azules y amarillas que dejaban al descubierto la parte que iba de
la minifalda a las botas acrecentaban aún más su imagen adolescente impidiendo
situarla en los diecinueve años que realmente tenía. Después de unas dos horas
de animada conversación parecía que nos conocíamos de toda la vida, así que no
me sorprendió en absoluto que inesperadamente me propusiera bajar a cenar algo
porqué según me dijo –si tengo que seguir esperando a que se despierte Marcos
mucho tiempo y sigo bebiendo cubatas sin comer algo me voy a coger una mierda
de cuidado.
La invite a cenar en Pelé Melé un restaurante
de comida tex-mex situado en las cercanías del domicilio de Michi, durante la
cena fue Nuria la que quiso saber cosas de mí preguntándome por ejemplo que
hacía yo en casa de Michi y que amistad nos unía, a que me dedicaba e incluso
llego a interesarse por conocer si yo estaba casado o tenía pareja estable.
Sobre las doce y media de la madrugada, con varias birras, tres o cuatro
margaritas y un par de bourbon nos marchamos del Pelé Melé un poco “cargados”,
decidiendo dar un pequeño paseo por los alrededores antes de subir nuevamente
al piso para ver si nos despejábamos un poco. Cuando subimos comprobé que
Sisita no había regresado y que Michi continuaba durmiendo sin aparentes signos
de despertarse, así que le sugerí a Nuria que se pusiese cómoda tomándoselo con
calma, en cualquier caso no había ningún problema para que pudiera pasar toda
la noche allí. Se tomó tan al pie de la letra lo de ponerse cómoda que en pocos
segundos se despojó del top, de las botas y los leotardos para finalmente dejar
caer al suelo la mini y dejar a la vista completamente desnudo su cuerpo ya que
no llevaba braguitas al ser pantys las medias. La visión de su desnudo cuerpo
evidenciaba a las claras que Nuria dedicaba varias horas a perfeccionar su
cuerpo en el gimnasio pues a pesar de su complexión delgada tenía un cuerpo
atlético y moldeado por muchas horas de aparatos y pesas. Los pechos como ya
había observado anteriormente los tenía pequeños pero en ningún caso
desentonaban del resto de su figura, lo que si me llamo inmediatamente la
atención fue observar que tenía rasurado sin el menor indicio de vello el
coñito permitiendo el poder verse unos abultados y carnosos labios. La visión era
tan atrayente que no pude sustraerme a empezar la juerga sin comérselo antes de
que echáramos un polvete, para mayor goce y deleite le olía y sabia
deliciosamente a pesar de que Nuria debía indudablemente de llevar bastantes
horas sin habérselo lavado. Para mayor placer el alcohol y la coca al menos en
esta ocasión fueron excelentes aliados ya que mantuve una fuerte erección
durante bastante tiempo permitiéndome hasta que finalmente me corrí disfrutar a
tope del juvenil y lozano cuerpo de Nuria. Saltaba a la vista que esta tenía
poca experiencia en esto de la jodienda pero por suerte supo suplir esta
“deficiencia” colaborando generosamente en todo lo que yo le fui proponiendo y
al final conseguimos echar un polvazo de antología corriéndonos al mismo tiempo
mientras nos mordíamos salvajemente. Mientras nos recuperábamos fumando un
canuto y bebiéndonos un cubata me conto que se había rasurado el coño para
evitar sobre todo en el verano el que después de mear le quedaran restos de
meados en los pelos, así no le olía mal y lo tenía siempre a punto. La
explicación hizo que me descojonara de risa y al final termine diciéndole que
en mi opinión no dejaba de ser una más de las muchas gilipolleces neuróticas
que todos tenemos, yo por ejemplo –gasto un mogollón de papel higiénico después
de cagar y aun así no me encuentro “limpio” hasta que me ducho, le dije.
Después de otro canuto y un par de cubatas más nos quedamos dormidos los dos en
uno de los desvencijados sillones, fue hacía el amanecer cuando el ruido del
camión de la basura nos despertó, Michi seguía durmiendo profundamente así que
le propuse a Nuria que nos marcháramos a mi apartamento para poder ducharnos,
desayunar y afrontar de manera digna el día que se nos presentaba por delante
ya que ella tenía que acudir a clase y yo a mi currelo en el puto cole. –No te
preocupes que esta tarde yo te consigo que Michi te de la entrevista, le dije.
Los tres meses siguientes Nuria se convirtió
en una persona imprescindible en mi vida, pasábamos juntos todo el tiempo que
ambos podíamos sustraer a otros compromisos o actividades. Incluso para poder
estar más tiempo juntos Nuria empezó a salir conmigo cuando yo me iba con mis
colegas de “la peña”, hecho este que no sentó muy bien al personal femenino
pues todas las miradas masculinas se las llevaba ella creando ciertas envidias
y celos. Por suerte en pocos días Nuria logro eliminar este primer rechazo de
las féminas al demostrarles que detrás de su imponente físico se encontraba una
inteligente mujer que además era generosa y afectiva a raudales. Como todas las
cosas excesivamente bonitas el idilio entre nosotros termino inesperada y
bruscamente el día que volvió Ricardo, el novio de Nuria procedente de Londres
donde había estado estudiando un master. Antes de marcharse él a estudiar a
Londres, ya habían acordado que cuando regresara se casarían ya que los padres
de Ricardo tenían pasta y no solo les regalaban el piso sino que además el
padre de él le tenía reservada una plaza de directivo en una empresa familiar
que se dedicaba a la construcción inmobiliaria y que iba viento en popa. Nuria
se resistió al principio a que cortáramos, de hecho quiso que siguiéramos
viéndonos a pesar de que ella tuviera que afrontar su compromiso de casarse con
Ricardo, no acepte y corte mi relación pensando que era lo mejor para los dos.
Empecé rápidamente a salir con Vega una amiga
y compañera de Natalia iniciando así una corta pero tormentosa relación con una
persona que al poco tiempo descubrí que no solo era una yonqui irrecuperable
sino que además era una autentica psicópata que disfrutaba torturando a todo el
que se encontrara dentro de su círculo de influencias, pero esta es una
historia que pertenece a otro capítulo y ahora estoy narrando lo que pertenece
más directamente a mi vinculación con el mundo de los Paneros.
Los meses siguieron transcurriendo entre las
rutinarias visitas de escritores más o menos famosillos, periodistas en la búsqueda de algo morboso, fotógrafos,
dibujantes, cinéfilos y algún que otro colgado poeta de la generación de
Leopoldo María que iba en la búsqueda o el encuentro con este. A esta troupe se
le sumaba la esporádica visita de algún pretencioso biógrafo de la familia o de
Leopoldo María en búsqueda de información como por el ejemplo el soplapollas y
atildado profesor universitario Tonto Biela que se nos presentó como profesor
de ética en la Universidad de Zaragoza
buscando como es natural documentación para su “interesantísima” –y
oportunísima—biografía de Leopoldo María. La verdad es que en casos como en el
de este soplapollas nos lo pasábamos de puta madre, pues tanto Michi como yo no
solo nos descojonábamos de risa cuando le veíamos aparecer, sino que
posteriormente cuando se piraba seguíamos descojonándonos al imitar sus gestos,
tics y amaneramientos aparte de la hilaridad que nos producía el escuchar sus
eruditas disertaciones sobre la poética de Leopoldo María. Quizás los
personajes más interesantes que nos visitaban eran precisamente la legión de
seres anónimos que simplemente acudían a conocer personalmente a Michi después
de ver el documental-película y que de alguna forma se sentían identificado con
la desesperanza y el desengaño vital que este mostraba. Procedían en su mayoría
de zonas periféricas de la capital y eran chicos o chicas de condición social más
bien humilde pero con unas inquietudes que ya me hubiera gustado observar en
los gilipollas y snobs hijos de papa con pretensiones de poetillas que también
nos solían visitar. El caso es que estos inquietos chavales no solo nos
amenizaban con sus interesantes conversaciones algunas tardes sino que además
contribuían a crear en el piso un ambiente cercano al alcohólico mundo de
Bukowski ya que solían aparecer siempre con una abundante provisión de bebidas
e incluso las inseparables chinas para liar algún que otro peta, era como un
ritual de ofrendas al ídolo marginal y rebelde que en apariencia representaba
el personaje de Michi –la triste realidad era otra cosa diferente, pero esto en
cualquier caso es una reflexión que dejo para que sea el propio lector quien la
realice--. El caso era que entre las provisiones que facilitaban estos
visitantes unidas a las que contribuían las amigas de Michi suministrando
igualmente comida, bebidas y –algo no menos importante—pasta gansa, no podíamos
quejarnos ya que al menos en esta época nunca faltaba absolutamente de nada, la
logística como le gustaba denominarla a Michi estaba satisfactoriamente
cubierta. Incluso yo diría que sobrada pues Inés una amiga de Michi que ejercía
como crítica gastronómica en una conocida revista femenina solía enviar
periódicamente una nutridísima cesta de la compra proveniente de los numerosos
regalos que a ella le hacían, así que al menos comida y bebidas teníamos en todo momento a nuestra
disposición. En contrapartida y como todo en esta vida no puede ser felicidad
teníamos dos problemillas que por mucho que lo intente no logre en todo el
tiempo que estuve por allí solucionar y que fueron el de erradicar las miles y
miles de cucarachas que invadían el piso así como deshacerme de las innumerables
bolsas de basura. A pesar de que cada vez que yo o alguien se marchaba nos
llevábamos dos o tres bolsas para tirarlas en el contenedor parecía como si
estas se reprodujeran por la noche ya que al día siguiente volvía a encontrarme
igual número que las que habíamos tirado e incluso yo creo que alguna más de
regalo. Respecto a las cucarachas pasaba algo similar pues cuando un día
dejamos de verlas y pensamos ingenuamente que por fin habían desaparecido
aterrorizadas por las innumerables fumigaciones que habíamos echo con los
espray anti insectos volvieron a aparecer nuevamente, y lo peor no fue el que
aparecieran de nuevo sino que las nuevas generaciones se multiplicaban aún más
deprisa e incluso con más deseos de crecer pues estas nuevas eran aún más grandes
y repulsivas que las pequeñas y rubias que anteriormente pululaban por el piso.
La cosa llego a tal extremo que un día Michi me conto aterrado que casi se
había tragado una cuando al ir a comerle el coño a Sara confundió una cucaracha
que esta tenía medio dentro con el clítoris. La verdad es que no me sorprendió
en absoluto pues en innumerables ocasiones presencie como la pobre Bala al
evacuar sus intestinos en la calle echaba mezclada con la mierda dos o tres
cucarachas que posiblemente se le habían metido por la boca cuando el animal
estaba durmiendo o simplemente cuando se dedicaba a cazarlas jugando.
Volviendo a las visitas, y supongo que como
consecuencia directa del estreno de la película empezaron a acudir de vez en
cuando unas tías piradísimas que simplemente querían echar un polvete con
Michi, y como este no mostraba ningún interés por el sexo e incluso tenía
serios problemas para mantener una erección me dedique personalmente yo a
suplirle en tan sufrida tarea y a procurar que ninguna de estas piradas
careciera de una buena follada. Una de estas piradas que me beneficie a efectos
de dejar en buen lugar a Michi fue Marga, una tía de veintitrés años que
acababa de terminar psicología pero que se dedicaba a currar de becaria en una
agencia de prensa y que acudió con el pretexto de realizar una entrevista a
Michi pero que en realidad lo que quería era follar con él, pues no dejo de
insinuársele desde que le vio. El asunto fue que como Michi no solo no mostro
el más mínimo interés en follarla sino que incluso empezó a sentirse molesto se
disculpó educadamente nada más que se le presento la ocasión y desapareció
misteriosamente camino de su habitación dejándome a solas con ella. La pava
inmediatamente cambio de objetivo y a los pocos minutos estaba insinuándoseme
descaradamente así que inmediatamente empecé a meterle mano y aprovechando que
Sisita no estaba en casa la lleve a la habitación de esta para echarle un
polvete. Cuando le baje las bragas y le toque el coñito observe que estaba a
punto pues lo tenía completamente húmedo así que me despelote rápidamente para
meterle un buen pollazo cuando para mi sorpresa la tía cerro las piernas y me
dijo que ni hablar, que si quería follarla tenía que introducírsela por el
culo, el coño quería mantenerlo virgen hasta que se casara. Es obvio que tuve
que aceptar las reglas del juego así que me largue a la cocina y ante la falta
de vaselina decidí coger un bote de mermelada para untarme bien la polla y
poder introducírsela sin causarle dolor, la verdad es que al final conseguí
echar con ella un buen polvete pues no solo se movía de puta madre metiéndose
la polla hasta las pelotas sino que además se corrió apretándome la polla con
el culo mientras lo hacía de forma muy similar a como aprietan el coñito las
brasileñas cuando se corren. Marga no era precisamente una tía cantosa o
exuberante, más bien todo lo contrario de hecho apenas tenía tetas y estaba tan
delgada que parecía anoréxica, daba la impresión al follar con ella de que en
cualquier momento podía partirse en dos, pero en contrapartida tenía unos
hipnóticos ojazos verdes y una carita pecosa que te atraía irresistiblemente
desde el primer instante en que la veías. Estuve saliendo con ella en dos o
tres ocasiones hasta que de forma inesperada le perdí la pista porqué la
agencia en la que trabajaba como becaria la destino a realizar las prácticas en
una corresponsalía de una ciudad inglesa. Tres años después de haberla dejado
de ver volví a encontrarme con ella en La Riviera donde yo había acudido para
realizar un reportaje de un evento que celebraba la cadena Ser y los 40
principales, ella estaba cubriendo el evento para una revista musical. La
invite a tomar una copa y me conto que recientemente se casado con un compañero
de la profesión, un fotoperiodista que resultó ser un antiguo colega mío con el
que trabaje durante algún tiempo en la misma agencia, le di mi enhorabuena y
cuando la perdí de vista entre la multitud de chavales que llenaban La Riviera,
me volví a la barra y me pedí otro bourbon con una birra y en silencio brinde
por su coñito y su atrayente culito que tanto placer me había proporcionado en
otras épocas.
Otra tía que apareció en mi vida por
características similares a la anteriormente descrita fue Diana, una polaca de
unos treinta y tantos años que acudió a conocer a Michi después de haber visto
la película y quedarse colgada con él “personaje”. Ocurrió algo similar a lo
que había pasado con Marga, cuando la polaca vio que no tenía nada que hacer
con Michi cambio de táctica y se centró en mí, en este caso como estaba Sisita
y otros visitantes decidí invitarla a que me acompañara a mi apartamento. Diana
era el prototipo que tenemos de las tías de los países del Este de Europa, es
decir alta, delgada pero no en exceso, rubia y con los ojos gris azulado, un
buen par de tetas y un apetitoso y bien formado culito. Follando era una
autentica loba de esas que necesitan que le echen dos o tres polvos como
mínimo, de hecho ella misma se encargaba de volver a poner la picha en
condiciones trajinándola tanto con la lengua como con sus expertos toques de
mano después de cada polvo para poder repetir. Cuando intuía que ya no podía
sacarte ni una gota más del agotado pijo ella misma se procuraba el placer
realizándose unas cuantas masturbaciones hasta que consideraba que ya estaba
satisfecha. Trabajaba como traductora para una editorial de narrativa y llevaba
viviendo en nuestro país cinco o seis años según me conto, quejándose de que la
mayoría de los españoles hablaban mucho y follaban poco, así que cuando descubrió
que a mí me iba cantidad la jodienda intento colgarse de mi como una autentica
lapa, tuve que quitármela de encima contándole la milonga de que me iba durante
tres años como corresponsal a Egipto ya que por la vía normal de entendimiento
no había forma de deshacerse de ella.
Desde hacía tiempo Michi colaboraba como
crítico de televisión realizando una columna en el hoy desaparecido Diario 16,
periódico que ya por esa época estaba pasando por una crisis económica que le
había llevado a declararse en suspensión de pagos por lo que era muy de tarde
en tarde cuando Michi lograba pillar algo de la pasta que le debían. El caso es
que a pesar de estas penurias económicas, Michi tenía que seguir dictando en
días alternos su columna antes de la seis de la tarde hora estipulada como la
del cierre de la edición, y como cada día era más frecuente que se encontrara
borracho teníamos que echarle en más de una ocasión una mano, de hecho varias
columnas de las que aparecieron firmadas por él durante esta etílica etapa de su
vida no las hizo él sino alguno de los numerosos amigos que pululábamos por su
casa. Cuando de tarde en tarde conseguía que los de Diario 16 le pagaran alguno
de los atrasos salíamos a celebrarlo comiendo en un restaurante llamado Casa
Méndez que se encontraba cerca de su casa y donde a Marcos le encantaba como
preparaban las angulas a la bilbaína, en mi caso solía pedirme unos callos con
garbanzos que también debo admitir preparaban de forma excelente, todo ello
solíamos regarlo con un par de jarras de sangría y que acompañábamos en los
postres con un par de copas antes de marcharnos a la librería Méndez para adquirir algunos libros de novela
negra –género al que era muy aficionado Michi--.Posteriormente regresábamos
dando un tranquilo paseo en el que no eludíamos visitar cualquier bar o
cafetería que nos encontrábamos de camino para tomar una copa, finalizando el
recorrido antes de subir al piso en un supermercado que estaba muy próximo y
donde solíamos comprar un par de botellas de güisqui con dos botellas de coca
cola para que Sisita no montara el pollo por habernos gastado parte de las
pelas sin haber contado para nada con ella. La estrategia funcionaba de puta
madre ya que nada más que Sisita vislumbraba en la oscuridad del pasillo las
botellas, se abalanzaba sobre ellas y se olvidaba de nosotros –al menos por un
rato—mientras se preparaba sus siempre generosos cubatas. Mientras reinaba la
calma y el sosiego que duraba el trasegar alcohólico de Sisita, Michi y yo nos
entreteníamos en leer alguno de los libros que habíamos comprado o simplemente
en conversar sobre cine, literatura o cualquier otro tema que nos entretuviera
durante aquel remanso de paz que nos proporcionaban las dos botellas de
güisqui. En algunas ocasiones Sisita decidía después de tomarse unos cuantos
tragos salir a dar un paseo por los alrededores y siempre me pedía que si podía
acompañarla pues no era raro que si estaba muy “cargada” se cayera o incluso
que tuviéramos que ir a buscarla a algún bar o cafetería en los que se metía
olvidándose de que tenía que llevar pasta para pagar las consumiciones que
realizaba, el caso es que le gustaba que yo la acompañase porqué además podía
conversar conmigo sobre la dificultad que entrañaba su relación con Michi y las
putadas que según ella le hacía este cuando no había nadie en casa como por
ejemplo esconderle o tirarle sus botellas de güisqui. Una de estas veces que
acompañe en su paseo a Sisita me comento que Michi había recibido una
invitación para acudir a la discoteca Pacha que celebraba una fiesta
aniversario y que este no quería ni oír hablar de la posibilidad de ir, así que
me propuso que si yo quería acompañarla pues le apetecía mucho ir para ver si
se encontraba con los viejos amigos de otros tiempos. La verdad es que la
posibilidad de acudir a Pacha no es que me sedujera mucho pero tras un ligero
titubeo decidí aceptar al ver la ilusión que tenía Sara por acudir a aquel
sarao, por otro lado pensé también que no me vendría mal aunque fuera por un día cambiar la rutina de
“la peña” y frecuentar otro ambiente. Una semana después acudíamos a Pacha
provistos de sendas petacas de güisqui por si acaso nos quedábamos corto de
pasta tener el suficiente suministro para no pasar la angustia de quedarnos sin
bebidas, igualmente procuramos vestirnos adecuadamente como requería el evento,
Sisita llevaba un conjunto de chaqueta y minifalda de cuero negro acompañado de
una camiseta de Versase que casi más que taparle los pechos se los dejaba al
descubierto, medías negras de dibujos psicodélicos y unos zapatos de tacón alto
completaban su más que digno vestuario al que acompañaba un sobrio maquillaje
que hábilmente camuflaba no solo las huellas del paso del tiempo sino los
múltiples excesos del alcohol. Puestos a decir la verdad debo admitir que
aquella noche Sisita parecía otra persona, era como si hubiera sufrido una
transformación y estaba realmente atractiva pareciéndose incluso a la mujer que
tres o cuatro años atrás causaba sensación en las discotecas de moda. En lo que
a mí se refiere decidí a última hora ponerme mi inevitable jeans acompañado de
una camiseta celeste con una americana de Calvin Klein azul al más puro estilo de los chicos de la
serie norteamericana de Miami Beach. El
ambiente de Pacha a pesar de ser una fiesta aniversario estaba más bien decaído
por lo que no tuvimos ningún problema en conseguir una apartada y discreta mesa
en la parte baja al lado de la pista de baile. Al principio nos dedicamos
fundamentalmente a beber y a conversar animadamente sobre curiosidades y
anécdotas de otros tiempos o de amigos comunes hasta que probablemente debido
al alcohol empezamos a besarnos de vez en cuando y a meternos mano con cierta
timidez al principio y a lo bestia al poco rato. Llego un momento la situación
a tal extremo que ambos decidimos que lo mejor era parar un poco, así que
decidimos subir a los meódromos para refrescarnos y bajar la tensión aparte de
mear y en el caso de Sisita recomponerse un poco el maquillaje. Ignoro si
Sisita aparte de lo mencionado aprovecho para echar algún que otro trago de la
petaca lo que yo sí sé que hice fue aprovechar la ocasión para meterme un par
de tiritos y hacerme una paja porqué
tenía la picha a tope, después di un par de tragos de la petaca y salí al
descansillo de la escalera para esperar
a que Sisita saliera de los aseos. Después de esto solo aguantamos un
rato más en Pacha y finalmente decidimos largarnos viendo que aquello no
levantaba el vuelo y que los habituales de la noche por cualquier ignota razón
que no conocíamos habían decidido indudablemente pasar de la “fiesta”, de hecho
cuando nos fuimos solo había peña de esa que acude a estos eventos cuando
alguien le regala la invitación. Lleve a Sisita en el coche hasta el portal de
su casa, allí en la puerta volvimos a besarnos y meternos mano llegando incluso
a bajarle las bragas y casi a meterle la polla si no es porqué apareció
inesperadamente un vecino y tuve que cortar el asunto despidiéndonos
apresuradamente. Cuando llegué a mi apartamento me hice otra paja, cene algo y
me ensobre quedándome rápidamente dormido. Cuando acudí al día siguiente al
piso de Michi lo primero que hizo este fue preguntarme directamente si me había
follado a Sisita, le dije la verdad que solo nos habíamos metido mano pero que
follar nada de nada. Me queda la duda de que se lo creyera pero el caso es que
en apariencia se quedó satisfecho con la respuesta ya que volvió a comportarse
conmigo como si no hubiera pasado absolutamente nada, personalmente creo que en
el supuesto caso de que le hubiera dicho que me había follado a Sisita le
hubiera importado una mierda pues ya por esta época Michi sabía perfectamente
que Sisita estaba liada con dos tíos a la
vez, uno de ellos le servía precisamente a Michi como diana perfecta
para ridiculizarlo con sus irónicos comentarios cuando se enteró que era de
origen gibraltareño denominándolo “el señorito ingles de los llanitos de
Algeciras”, en cualquier caso la historia entre Sisita y yo no paso en aquella
época de este fortuito magreo.
Haciéndose verdad el dicho popular de que
tras un periodo de bonanza suele acaecer otro de mala racha en poco tiempo
empezó a decaer aún más la ya de por si precaria economía de Sisita y Michi.
Según pasaban los meses y la gente se iba olvidando de la película y de los
reportajes en la prensa que esta había suscitado iban decreciendo también las
visitas, con lo cual la logística tanto de comida como de bebidas fue bajando
considerablemente, al mismo tiempo los pocos ingresos que iba obteniendo Michi
por su colaboración en Diario 16 se interrumpieron bruscamente cuando este
cerro definitivamente sus puertas. El caso es que en poco tiempo empezaron a
cambiar bruscamente las cosas favoreciendo estas carencias el que volvieran a
aparecer las fuertes broncas y peleas entre Michi y Sisita. Las borracheras de
ambos se incrementaron bestialmente siendo raro el día que no teníamos que
acudir alguno de los amigos a poner un poco de orden en aquel drama. En los
primeros tiempos de escasez les propuse ir vendiendo algunos de los pocos
libros que pudieran tener aún algún valor a un conocido mío que se dedicaba a
la compra y venta consiguiendo obtener con ello algún ingreso económico. Cuando
se agotó esta posibilidad también le vendimos a este individuo un Diario que
había escrito Felicidad al comenzar su relación con Leopoldo Panero y que
terminaba bruscamente con el nacimiento de su segundo hijo, así como unas
cuantas cartas de personajes de la cultura dirigidas al marido de esta e
incluso llegamos a venderle un retrato realizado al carboncillo que en su día
le hizo Gregorio Prieto a esta durante su estancia en Londres y que
correspondía al periodo en el que Carmen conoció al poeta Luis Cernuda, amigo
común de ambos. De esta forma conseguimos ir paliando los malos tiempos a pesar
de que inmediatamente que Sisita olía que entraba algo de pasta se lo disputaba
a Michi como una loba en celo para fundirlo en botellas de güisqui, ropa o
simplemente para poder seguir saliendo con sus amigas o amantes. En cualquier
caso según empeoraba la situación económica también empeoraba la de ellos y la
realidad era que estaban llegando a unos límites en los que podía suceder
cualquier cosa ya que aparte de haberse perdido mutuamente el respeto estaban
en una situación tan desesperada y desesperante que les daba igual cualquier
cosa, de hecho hubo que llevar al cercano Hospital que había cerca del
domicilio en varias ocasiones a Michi para que le curasen las heridas
provocadas en los numerosos altercados que tenían. En lo que a mí respecta hubo
un momento en el que empecé a estar hasta los cojones tanto de uno como de
otro, se me hacía cada día más insoportable el tener que levantarme a las dos o
las tres de la madrugada para acudir a intentar poner un poco de orden así que
poco a poco fui desentendiéndome cada vez más de aquel mal rollo espaciando mis
visitas lo máximo que podía. Unido al clima tan deprimente que provocaba en mi
vida la relación que tenía con Michi y Sisita, se unió la de tener que soportar
las gilipolleces de mi última pareja de la que estaba divorciándome por esta
época y que se le ocurrió la “genial” idea de que acudiéramos a una
psicoterapia de parejas para intentar reencontrarnos –como si esto hubiera sido
posible--. El caso es, que a pesar de ser –por lo menos en mi
caso—completamente consciente de lo absurdo de esta idea acepte para que por lo
menos por mi parte no quedara la más mínima duda de que lo habíamos intentado
todo, así que una vez por semana acudíamos los dos a una sesión
psicoterapéutica en la que aparte de ponernos a parir los dos ante la
impotencia de dos soplapollas que a buen seguro les venía aquello grande, no
tenía otra trascendencia que la de invertir tontamente un mogollón de pelas que
nos podíamos haber ahorrado ambos y habérnoslas gastado en cualquier otra cosa
más útil como por ejemplo emborracharnos o drogarnos para olvidarnos de una
puñetera vez el uno del otro. Lo cierto es que entre una cosa u otra empecé a
estar hasta los cojones de Sisita, Michi, “la peña”, Natalia, mi expareja, la
puta psicoterapia, e incluso hasta de Madrid, así que no lo pensé mucho cuando
un familiar me propuso dejarme el apartamento que tenía en la playa de Gandía
para que pasara unos días. –Al menos podre desconectar y descansar lejos de
tantos gilipollas durante unos días, pensé. La idea que no era mala en
principio ya que simplemente se trataba de conseguir descansar y sobre todo
alejarme de ciertos ambientes y personas. La cague desde el principio con la
“genial” idea de invitar a Sisita a pasar esos días conmigo para convertir en
un infierno lo que podía haber sido una semana tranquila y relajada. ¿Por qué
lo hice? La verdad es que no estoy completamente seguro de cual pudo ser la
verdadera razón, lo que si se es que en un principio pensé en ello como una
solución para evitar que Michi y ella se mataran mientras yo pasaba aquellos
días fuera de Madrid, pero por otro lado pienso que en realidad fue simplemente
una justificación más para no salir de la mierda. Es decir, una forma de
provocar más mi inclinación hacía la autodestrucción y el nihilismo en el que
estaba inmersa mi propia vida, una manera de enmierdar más mi vida en lugar de
intentar salir de ella. Sin intentar justificar nada –siempre he asumido lo
malo y lo bueno que me ha tocado vivir—me encontraba en una situación en la que
todo me daba absolutamente igual, estaba hasta los cojones de no encontrar
ninguna lógica a la vida que había llevado y a la que estaba llevando, sólo era
consciente de que me rodeaban un montón de cargas como las de una infancia
equivocada, un matrimonio roto del que me quedaba la rémora de un hijo yonqui y
una hija lesbiana que se había unido sentimentalmente a una psicótica que cada
dos por tres intentaba suicidarse ingiriendo un montón de aspirina con güisqui,
y de toda una panda de tarados tales como mi última –hasta
ese momento—pareja, amistades o amantes, el caso es que mi vida de alguna
manera había tocado fondo. Poco a poco había ido perdiendo el interés por la
literatura, la música o el arte, ya no creía siquiera que fuera posible crear
un nexo de unión entre la creación individual y la sociedad, en una palabra
estaba completamente de vuelta de todo había perdido todo el interés por
sentirme parte de la hipocresía, la maldad y la falta de sentido que tiene
pertenecer a una sociedad que solo valora lo material como moneda de cambio para
conseguir la amistad. La familia, la amistad, las relaciones sentimentales, el
trabajo creativo o cualquier otra cosa eran simplemente unas mentiras para
encubrir el sin sentido que tiene realmente la vida de cualquier individuo.
Como escribe Bukowski muy acertadamente a mí al igual que a él solo me
interesaba emborracharme, drogarme, dormir, comer, cagar y mear de vez en
cuando y que me dejaran en paz todos y todas. ¿Quizás tantas drogas y alcohol
en tan poco tiempo me habían enloquecido? La verdad es que no lo sé, ni me
importa un carajo lo que si se es que un soleado día del principio de la
primavera recogí a Sisita y a su pequeña maleta para emprender el viaje que nos
llevaría a Gandía con el único objetivo de pasarnos unos días alejados de tanta
mierda y podredumbre humana. Del momento en el que salimos de Madrid hacía
Gandia solo me ha quedado el triste recuerdo de Michi deseándonos que nos lo
pasáramos muy bien mientras él intentaba contener las lágrimas, después de esto
sólo recuerdo que nos dimos un beso y que nos despido agitando la mano a través
de los cristales de la ventana que daba a la calle. Tras este recuerdo viene la
pesadilla de las casi quince o más horas que tardamos en llegar al apartamento
de Gandía, lugar que en condiciones normales no se tarda en ir más de cinco o
seis horas como mucho. La principal razón para que tardásemos tanto en llegar
fue sencillamente que fuimos realizando interminables paradas en cualquier
sitio en el que intuíamos que podíamos tomar una copa, resultando de todo esto
él que cuando llegamos al aparcamiento donde estaba situado el apartamento
teníamos un estado tal de embriaguez que no pudimos ni siquiera subir las
maletas. Tuvimos que dejarlas en el maletero del vehículo hasta el día
siguiente conformándonos solo con lograr subirnos tres o cuatro botellas de
güisqui, dos coca colas y un cartón de cigarrillos para pasar la noche. Después
de varios titubeos hasta conseguir introducir las llaves adecuadas en las
cerraduras logramos abrir el apartamento y tomar posesión de él. Rápidamente
nos despelotamos, fuimos a mear y tras prepararnos sendas copas nos metimos en
la cama sin más preámbulos ya que estábamos
--al menos yo—agotados. Al poco tiempo de beberme mi copa y de sobarle un
poco el coño a Sisita me quede profundamente dormido con su mano agarrada a mi
flácida picha mientras ella seguía bebiendo y parloteando sin parar durante el
resto de la noche.
Al día siguiente cuando me desperté sobre las
once de la mañana Sisita ya llevaba bastante tiempo deambulando de hecho se
había duchado, había bajado a una cafetería cercana a desayunar, telefonear a
uno de sus amantes e incluso se había dado un paseo por la cercana playa según
me conto mientras yo me duchaba. Volvió a bajar conmigo a la cafetería y
mientras que yo desayunaba ella se tomó un par de copas, después subimos las
maletas y el resto de las botellas de güisqui y coca colas al apartamento. Más
o menos a las doce y treinta llegamos a la playa, nos tumbamos en las toallas y
una hora después nos habíamos bebido una de las dos botellas de güisqui que
llevábamos para pasar el rato. En parte para dejar de oír durante un rato el
interminable monólogo de Sisita y en parte para despejarme un poco me metí en
el agua para darme unos cuantos chapuzones aunque siempre he detestado las
putas playas, me dan la impresión de que en cualquier momento el mar me puede
alejar de la orilla y engullirme en su inmensidad. Después de estar un rato
boca abajo para secarme justo al darme la vuelta para ponerme de cara al sol
descubrí que un grupo de seis o siete personas –entre ellas algunos niños—se
encontraban a nuestro alrededor mirándonos fijamente con caras estupefactas.
Tras el consecuente momento de sorpresa reaccione mirando uno a uno a los
mendas y descubrí que se trataban de mis primos, sus hijos y una pareja de
amigos con los que habitualmente veranean en aquella playa. Playa que dicho sea
de paso es una de las más largas y amplias de nuestro litoral a la vez que una
de las más pobladas de peña en busca de sol y agua, pues bien precisamente
entre tanta humanidad dio la puñetera casualidad que estos pringaos tuvieron a
bien darse de cara con nosotros –después decimos que la casualidad es pura
coincidencia, ¡ y unos cojones, no te jode!. Menos mal que tras unos educados
saludos de cortesía decidieron largarse rápidamente, supongo que en parte ante
la sorpresa y el estupor que debió causarles ver el estado en el que nos
encontrábamos Sisita y un servidor, sobre todo Sisita que aparte de estar sin
la parte superior del biquini en una playa eminentemente familiar enseñaba
también parte del coño ya que tenía doblada la braguita sin habernos dado
cuenta del asunto.
Aquella noche, ya de madrugada descubrí que
Sisita era completamente frígida no solo incapaz de sentir un orgasmo sino
incluso el más mínimo placer. De hecho follar con ella era como hacerlo con una
muerta pues aparte de que me costó un huevo poder metérsela porque no
lubrificaba en absoluto, cuando logre metérsela era como tenerla dentro de un
bloque de hielo, no te hacía sentir el más mínimo placer. Así que en vista del
asunto opte por dejarla que me hiciera una mamada en lugar de sentir aquel mal rollo que era
meterla en un coño tan helado. También para ella debió de ser un alivio el que
yo desistiera follar con ella pues de alguna manera note que lo pasaba bastante
mal con el asunto –intuyo que debía de tener algún problema de dilatación de la
vagina o de lubrificación o algo similar--. El caso es que al tercer día empecé
a estar hasta los cojones de que no parase de hablar continuamente, de que no
supiera hacerme ni una buena mamada ni siquiera una paja decente, de beber sin
parar y de tener que drogarme hasta las cejas para intentar “desconectar”, así
que según se me ocurrió le solté sobre la marcha el rollo de que había hablado
con mi agencia y que estos me reclamaban urgentemente en Madrid para que me
encargara de realizar un reportaje. Procure no darle más explicaciones y
rápidamente recogí sus cosas y las mías y nos pusimos en marcha hacía Madrid.
Tras cinco pacíficas y relajante horas de viaje –Sisita para mi sorpresa se
durmió nada más salir de Gandía—la deje en la puerta de su domicilio dándole un
beso y agradeciéndole el que me hubiera acompañado a Gandía –Ya nos veremos, le
dije mientras arrancaba el vehículo y me largaba echando hostias. Diez minutos
después me encontraba metido en mi cama donde estuve durmiendo plácidamente
tres noches y dos días en los cuales solo me levante para mear, cagar, vomitar
o tomar alguna que otra cosa para combatir el hambre que de vez en cuando me
despertaba y que acompañaba con alguna que otra birra para atenuar los restos
de la resaca.
Después de esta aventura playera con Sisita
tarde algo más de un par de meses en decidirme a volver por la calle Ibiza,
cuando lo hice me encontré que tanto el tema económico como el afectivo entre
ellos estaban en fase terminal y para colmo de males iba a ejecutarse en breves
días una sentencia de desahucio por impago de alquileres vencidos de la
vivienda. La sentencia era firme y con difícil arreglo ya que los dueños del
piso querían irremediablemente que se largaran para poder especular con él
sacándole mucho más beneficio del que obtenían con el bajo alquiler que le
venían cobrando a Michi –unas trescientas pesetas de las antiguas--. Comprobé
que hasta les habían cortado el teléfono desde hacía unos días, precisamente
los mismos días que llevaba Sisita fuera del piso ya que había decidido
largarse antes de que les echaran a la puta calle a vivir con una amiga a
Majadahonda, según me conto Michi. Días después cuando fui a visitar a Sisita
en Majadahonda, me entere de que la tal amiga era simplemente una tía a la que
había conocido en alcohólicos anónimos que se enrollo con ella invitándola a
pasar unos días en su casa al enterarse de lo mal que le iban las cosas con
Michi. Lola la supuesta amiga tenía sitio de sobra en su casa ya que su marido
–un extranjero de nacionalidad belga—se había largado a Amberes con la hija de
ambos cansado de soportar las borracheras continuas de esta. De hecho según me
conto la propia Lola su marido solo dejaba que la niña estuviera con ella en
periodos muy cortos y siempre sujetos a un informe previo del psiquiatra que la
trataba afirmando que estaba manteniéndose sobria con el tratamiento que seguía
individualmente con él, aparte de acudir también a las reuniones de alcohólicos
anónimos. Según me conto su objetivo era dejar completamente de depender de la
bebida para poder recuperar a su hija y volver a desempeñar sus funciones
docentes en la Universidad como profesora de Historia del Arte –en esta época
estaba en excedencia voluntaria--. El caso es que no supo elegir adecuadamente
sus amistades ya que a los pocos días de convivir con Sisita volvía a beber en
cantidades industriales al mismo tiempo que dejaba de acudir a la psicoterapia.
Incluso empezó a crearse serios problemas con la comunidad de vecinos porqué
Sisita se emborrachaba en la piscina comunitaria y se ponía en pelota picada
llegando incluso a mearse varias veces en la piscina. La historia se fue
desmadrando tanto que en pocas semanas termino con la amistad de ambas tan
rápidamente como había empezado, solo que en este caso el final acabo mucho
peor de lo que se pudiera imaginar ya que Lola la denuncio ante la Guardia
Civil por robo e intimidación. Antes de que la situación fuera a peor logre
convencer a Lola de que aceptara retirar la denuncia a cambio de que Sisita se
marchara de su casa y se volviera con Michi.
Acompañe a Sisita a regresar a la calle
Ibiza, tome unas copas con ellos y me largue a seguir la juega con la gente de
“la peña”. Aquella misma noche cuando regrese a mi apartamento decidí que
estaba cansado de soportar los malos rollos de Sisita y Michi, así que tome la
decisión de no volver más por la calle Ibiza ni coger el teléfono durante una
temporada hasta que se olvidaran de mí. Durante unos meses ambos me llamaron en
multitud de ocasiones pidiéndome que les echara una mano y solicitándome que
mediara entre ellos, no conteste nunca a las llamadas y seguí mi vida
olvidándome poco a poco de ambos.
Pasaron más de dos años hasta que
inesperadamente volví a reencontrarme con Michi, y fue como consecuencia del
más puro azar ya que ni siquiera estaba previsto que yo acudiera aquel día al
sitio en el que nos encontramos. La cosa sucedió cuando recibí una llamada de
mi agencia para que acudiera a tomar unas fotografías de Maruja Torres que
presentaba su último libro en el Circulo de Bellas Artes, en un principio pensé
en rechazar el encargo pero al final decidí aceptarlo para que Arantxa que
había venido desde Londres a pasar unos días conmigo tuviera la oportunidad de
conocer personalmente a Maruja Torres. Fue precisamente Arantxa quien se dio
cuenta de que Michi estaba detrás de mí, yo estaba preparando las cámaras
cuando esta me aviso para que me girara y entonces fue cuando lo vi mirándome
indeciso entre acercarse a saludarme o pasar de ello, tuve que ser yo el que
terminara con estos segundos de indecisión acercándome y fundiéndome con él en
un abrazo el que rompiera el hielo, mientras Arantxa se encargaba de inmortalizar
para la posteridad el encuentro tomando varias fotos. Tras un breve intercambio
de saludos tuvimos que entrar en el salón de actos para asistir a la
presentación del libro así que quedamos en vernos cuando este acabara. Cuando
volvimos a reunirnos Michi me puso más o menos al corriente de todo lo que
había sucedido en su vida desde la última vez que nos habíamos visto,
añadiéndome que ahora residía en la calle La Palma, en un pequeño piso que le
había dejado transitoriamente hasta que él pudiera alquilarse uno su amiga
Silvia. El principal problema que tenía este piso era que estaba algo
deteriorado y que además al estar en una zona tan conflictiva como era Malasaña
los fines de semana no podía casi ni bajar a comprar el periódico porqué hasta en
la escalera se escondían a dormir la borracheras o a chutarse los yonkis.
También me comento que físicamente no estaba pasando una buena racha ya que
tenía muy agravada la polineuritis que padecía y que además sangraba
continuamente de una herida que se había hecho en un pie y que no acababa de
cicatrizar por sus problemas diabéticos, el caso es que se encontraba bastante
jodido y con un estado de ánimo por los suelos de hecho había acudido al acto
de Maruja Torres para ver si viendo a los viejos amigos se anima un poco. Antes
de despedirme quede con él en que me pasaría a verlo por su nueva casa dentro
de un par de días como mucho, así podría ver si podía echarle una mano.
No pude acudir a verlo nuevamente hasta una
semana después que fue cuando se marchó Arantxa nuevamente para Londres
quedándome de esta forma libre de compromisos para poder dedicarme a otras
cosas. Antes de subir al piso decidí
entrar en el VIPS de la calle Fuencarral y comprar algunas provisiones de
comida así como un par de pack de birras porqué me imagine que como era
habitual Michi no estaría muy sobrado de pelas y por consiguiente tendría poco
abastecimiento en el piso, así que cargado con dos voluminosas bolsas acometí
la dura tarea de subir hasta el cuarto piso por una angosta y oscura escalera
llena de restos de basura y en pésimo estado de conservación. Debo confesar que
a la vista del espectáculo que presentaba la entrada y la escalera del edificio
estuve a punto de darme la vuelta y largarme de allí sin intentar volver a ver
a Michi, sin embargo algo de mi antiguo afecto por él debió de movilizarse en
mi interior porqué finalmente decidí que tenía que hacer un esfuerzo y superar
el rechazo que me produjo a primera vista el aspecto externo del viejo
edificio. Cuando Michi me abrió la puerta y pase al interior del piso lo
primero que me encontré fue con un pequeño saloncito que daba paso al resto de
los demás espacios habitables. Este saloncito –la parte más noble del piso---
estaba amueblado con un par de desvencijadas sillas, un viejo sofá cama plagado
de manchas de todo tipo en su tapicería, una pequeña y minúscula mesita que
acogía en su superficie a el teléfono y una especie de aparador con puertas de
cristales en su parte superior que era donde Michi guardaba los pocos libros y
documentos que había podido salvar del desahucio de su antiguo piso. Con
entrada directa por este saloncito se accedía al dormitorio en el que se había
instalado Michi, en él se encontraba una antigua y vieja cama a juego con una
mesita de noche y una cómoda a la que le faltaba uno de los cinco cajones
originales. La deshecha cama con unas sábanas mostrando restos de sangre,
orina, vómitos y otras sustancias de forma impúdica a la vista evidenciaban no
solo la falta de higiene que imperaba en el piso sino la miseria y la dejadez
en la que nuevamente volvía a vivir Michi. Al lado de este dormitorio se
encontraba otro más reducido en el que apenas cabía una pequeña cama individual
y un viejo armario al que le faltaban las dos puertas. Tanto sobre la cama como
en el interior del armario había una gran cantidad de ropa de vestir, así como
toallas, sabanas y mantas que según me conto Michi le iban llevando sus amigas
para que fuera tirando con ellas --la
mayor parte de la ropa de vestir pertenecía a tallas demasiado grandes para la
extrema delgadez que tenía Michi. Pegado a este último dormitorio se encontraba
un hueco sin puerta que daba directamente a lo que eufemísticamente Michi
denomino al referirse a ello como la cocina y el aseo. Este habitáculo no dejo de
sorprenderme ya que lo primero que me llamo la atención fue observar que
acompañando a la vieja y mugrienta cocina de gas butano así como a un mueble
colgante en el que se amontonaban platos, vasos y cacharros de las más diversas
procedencias, estaba también en un rincón la ducha sobresaliendo directamente
de la pared. Como el asunto no dejo de intrigarme, Michi que estaba observando
la incredulidad que se marcaba en mi cara, me explico que efectivamente era la
ducha y que esta eliminaba el agua por el agujero que estaba en el centro de la
“cocina”. Más sorprendente aún me resulto observar cómo era el cagadero, ya que
este simplemente estaba alojado junto a un pequeño lavabo en una especie de
hueco en un rincón de la cocina sin puerta ni ninguna intimidad que te
preservara de la vista de cualquiera que estuviera cocinando al mismo tiempo
que tu estuvieras cagando o meando o lo que te saliera de los cojones realizar
en aquel reducido espacio. Como era previsible ante la falta de limpieza e
higiene que había en el piso existía una amplia representación de todo tipo de
insectos entre los que ineludiblemente se encontraba una nutrida y bien
alimentada comunidad de cucarachas de diferentes etnias y tamaños, incluso en
alguna de las otras visitas que realice a aquel “piso” durante el tiempo que se
alojó en él Michi pude disfrutar de la inestimable compañía de un par de
simpáticos ratoncitos que aparecían y desaparecían como por arte de magia.
A la vista del panorama que vieron mis ojos
era más que evidente que Michi no me había mentido cuando me describió el piso
como una autentica cochambre, como tampoco me mintió al explicarme que se
encontraba físicamente jodido, ya que así era pues efectivamente cuando me
enseño la pierna pude ver que esta tenía un aspecto repugnante con numerosas
llagas y pústulas supurantes. Tampoco la herida del pie presentaba muy buen
aspecto pues aparte de sangrarle intermitentemente estaba también ulcerada. No
era extraño en absoluto que ante tanta adversidad Michi se encontrara
profundamente con el ánimo por los suelos, es más cuando me fui iba pensando
por el camino que cualquier otro individuo en esas circunstancias estaría con
una depresión al borde del suicidio. Decidí que había que intentar hacer algo
por él, así que llame a todos los amigos y amigas que aún le quedaban y les
propuse crear un plan de trabajo conjunto que nos permitiera informarnos de
cómo podíamos conseguir que algún servicio de asistencia social enviara a una persona que se encargara de
hacerle la limpieza y la comida diariamente, así como la de un sanitario que le
prestara el servicio adecuado que requerían las heridas tanto de la pierna como
del pie. También propuse que nos informáramos de los requisitos que hacían
falta para conseguir que el Estado o la Comunidad de Madrid le pudieran otorgar
una pensión no contributiva para que al menos tuviera unos pequeños ingresos o
en su defecto que le internaran en una Residencia para personas incapacitadas y
sin recursos para poder subsistir por sus propios medios, el caso era intentar
por todos los medios conseguir sacar a Michi de aquella miseria en la que
vivía.
Mientras poníamos en marcha este plan de
acción conseguimos que acudiera diariamente un sanitario que nos facilitaron
las monjas de un convento que ayudaba a personas incapacitadas, para que le
curase las heridas. También se encargaron de enviar a una voluntaria que dos
veces por semana se encargaba de la limpieza del piso y de cocinar alimentos
que pudieran conservarse en buen estado los días en los que no acudía. Para
este último tema teníamos que agenciarnos un frigorífico ya que en el piso no
había ninguno, menos mal que la suerte se alió al menos por una vez con
nosotros y nos proporcionó uno inesperadamente cuando un vecino de Michi
decidió mudarse y en el traslado desecho entre otros cosas uno que si bien no
estaba en muy buen estado al menos sirvió para solucionar el problema. En pocos
días el aspecto interior del piso sufrió un cambio considerable, desaparecieron
las botellas vacías y las bolsas de basura, la ropa se ordenó colgándola en
perchas y el resto metiéndola en los cajones que había disponible para tal fin.
Prácticamente erradicamos las cucarachas y demás insectos fumigando a
conciencia todos los rincones del piso, e incluso intentamos que funcionara el
calentador de agua aunque en este último empeño fracasamos estrepitosamente ya
que no hubo forma de lograr que funcionara. También mejoró notablemente la
salud de Michi, sus heridas empezaron a cicatrizar y mejoro ostensiblemente su
estado de ánimo. Desgraciadamente lo que no pudimos prever fue que en la medida
en la que Michi empezó a encontrarse mejor de salud y además a disponer de
algunas pelas de más volviera a las viejas andadas bebiendo nuevamente a lo
bestia. Para empeorar las cosas tuvimos la mala suerte de que una revista
semanal le hizo una entrevista en la que Michi volvió a “vender” su imagen de
perdedor al más puro estilo Bukowski desatando un nuevo peregrinaje de
jovencitos ávidos por reverenciar al falso ídolo proporcionándole bebida en abundancia.
Incluso la zona en la que estaba ubicado el piso favoreció que en pocos días
corriera como la pólvora la noticia de que allí vivía Michi un viejo borracho
bohemio que permitía acoger en su casa a todo aquel que quisiera pasar una
noche. El caso es que empezaron a aparecer colgados de todo tipo e incluso
algún que otro camello que aprovechaban las continuas borracheras de Michi para
utilizar el piso como centro de operaciones para sus trapicheos. Los fines de
semana empezó a ser habitual que se quedaran a dormir la cogorza o simplemente
a echar un polvete muchos de los jóvenes que acudían por la zona, de hecho uno
de los domingos que acudí para ver que tal iban las cosas por el piso acabe
follando con una jovencita que me
encontré durmiendo solamente con las bragas en el dormitorio contiguo al de
Michi. Estaba tan fumada y borracha que ni se inmuto cuando le quite las
bragas, incluso colaboro abriendo ostentosamente las piernas para permitirme el
que pudiera meterle la polla con facilidad, se corrió un par de veces por lo
menos antes de que yo hiciera lo mismo. Después del polvete termino
despertándose completamente y se largó conmigo a comer en el cercano Vips de
Fuencarral, durante la comida me conto que estudiaba 2º de Psicología en la Autónoma y que esta era la tercera vez
que acudía a la movida de Malasaña. Había subido al piso de Michi con un
compañero de Facultad para poder mear pero termino follando con él, después
debieron quedarse dormidos y el pavo en cuestión se había largado dejándola allí
sola antes de que ella se despertara. Cuando acabamos de comer la invite a que
me acompañara a mi apartamento para que pudiera darse una ducha, acepto y paso
toda la tarde y la noche acostada conmigo, el lunes antes de ir al curro en el
colegio la acerque al piso que compartía con otras amigas. Volví a salir con
ella en dos ocasiones más, hasta que apareció nuevamente Natalia en mi vida
absorbiendo todo el tiempo que yo tenía para ella.
Al principio la novedad que creo en la vida
de Michi este trajín de personajes que entraban y salían del piso hizo que se
negara rotundamente a cortarlo o al menos a poner un poco de orden,
argumentando que por primera vez se lo estaba pasando de puta madre con
aquellos jóvenes. La verdadera razón era que no le faltaba en ningún momento
bebidas ni tabaco. A pesar de todo y según fueron pasando los días no le quedó
más remedio que admitir que aquella peña empezaba a aburrirle considerablemente
pues aparte de que simplemente le estaban utilizando para sus propios fines
pasando olímpicamente de él, también le empezaban a crear serios problemas con
el vecindario pues era muy habitual que vomitaran o se mearan por las escaleras
cuando acudían al piso. Otro problema que apareció fue que empezaron a aparecer
algunos yonkis camuflados con los otros jóvenes para poder preparar y chutarse
la heroína, aprovechando de paso para limpiarle no solo la pasta que
encontraban en sus bolsillos sino cualquier cosa que tuviera el más mínimo
valor de hecho le levantaron hasta el teléfono un par de veces teniéndolo que
reponer telefónica con el argumento de que se lo habían robado mientras él
estaba fuera del domicilio.
Acordamos que había que cortar aquel desmadre
de alguna forma, permitiendo solamente que acudieran las personas que
verdaderamente iban a verle a él y no las que utilizaban el piso para sus
propios intereses. El primer paso fue cambiar la cerradura ya que alguien había
duplicado llaves a mogollón y el segundo –gran error mío—fue convencer a mi
hijo Gus para que se fuera a vivir durante una temporada con él para que le
echara una mano poniendo algo de orden en aquel caos en el que se había
convertido el puñetero piso. La idea que en un principio no parecía mala
consistía en que Gus que estaba rehabilitándose de su enganche a la heroína y la
farlopa cambiara de ambiente y de barrio cuidando de Michi y que además como
conocía el rollo de la peña que frecuentaba la zona de Malasaña filtrara a la
gente que subía al piso. Ingenuamente pensé en aquella época que ambos podían
beneficiarse mutuamente y ayudarse los dos a salir de la mierda en la que cada
uno a su manera se encontraban metidos. El caso es que los primeros días las
cosas funcionaron según lo previsto, Gus consiguió regularizar las visitas que
recibía Marcos alejando a todos los que creaban problemas. Logro convertirse en
el colega ideal para que Michi se animara incluso nuevamente a pasear por el
barrio sin el temor que tenía a caerse y que nadie le socorriera. Gus se tomó
tan en serio su papel que hasta consiguió arreglar el maltrecho calentador de
agua haciendo que este volviera a funcionar y mejorando considerablemente las
posibilidades de higiene para ambos. También asumió el papel de administrador
de las pelas que reunían entre los dos para tener siempre cubiertas las
necesidades básicas de pan, leche, yogures, frutas y tabaco. Por otro lado
conseguimos que regresara nuevamente la voluntaria que se encargaba de la
limpieza y la comida garantizándole que había vuelto la normalidad al piso
–había dejado de ir a medida que fue cambiando el ambiente en el piso--.
Sin embargo la tranquilidad y la calma
desgraciadamente duro poco tiempo ya que cuando parecía que la situación
marchaba mejor inesperadamente todo se vino abajo cuando Gus volvió a las
viejas andadas con las drogas. Según la versión de Michi la cosa empezó a ir
mal cuando mi hijo invito a compartir el piso con ellos dos a un antiguo colega
que acababa de salir del trullo. A los pocos días de incorporarse a vivir con
ellos empezó a trapichear con hachís los fines de semana vendiéndoselo a los
jóvenes que acudían a la zona. Como es obvio la entrada de pasta en abundancia
no solo trajo mejores alimentos sino que también favoreció el que tanto Gus
como su colega empezaran nuevamente a consumir heroína y farlopa. En pocas
semanas de la misma forma en la que rápidamente había mejorado el ambiente este
empezó a degradarse y a favorecer que una nueva fauna de colgados empezaran a
acudir nuevamente al piso para chutarse y emborracharse con Gus y su colega.
Como dice el refrán la mierda atrae a las moscas igual que la miel a las abejas
el caso fue que nuevamente el caos y el desorden se adueñó del piso y de la
vida de Michi. Como las desgracias no vienen solas apareció para sumarse al
sarao Rosa, una pintora y poetisa amiga de juventud de Michi que estaba
completamente colgada del hachís y que encontró en mi hijo a su mejor aliado
para que le suministrara el ansiado material que consumía compulsivamente y de
camino echarse un polvete de vez en cuando con él o con cualquiera de los
visitantes que acudían tan colgados como ella. El problema que trajo consigo
esta pava fue que cada cierto tiempo se le cruzaban los plomos cuando se ponía
muy fumada y organizaba unos pollos considerables en los que se liaba a hostias
con todo aquel que se cruzaba por su camino, se volvía completamente pirada
necesitando incluso que acudiera el 061 para que le inyectaran un sedante.
Michi empezó a darme continuamente la
vara acusándome de ser yo el culpable de
la nueva situación que había creado mi hijo, así que no me quedo más remedio
que acudir un fin de semana para observar con mis propios ojos la movida que
tenían montada mi hijo y su colega. Mi inesperada visita en un sábado por la
tarde corto aparentemente el rollo que habitualmente se traían ya que salvo dos
o tres chavales que acudieron para llevarle a Michi algunas botellas de vodka
no acudió ninguno de los compinches de mi hijo y su colega –de alguna manera
debieron informarse que yo estaba allí y no hicieron acto de presencia--. Tan
tranquilo estaba el ambiente que incluso llegue por unos momentos en pensar en
largarme a buscar a mi peña, sin embargo algo me hizo cambiar de opinión y es
que escuche a mi hijo que le decía a su colega que era la hora en la que habían
quedado con el grupo para echar unos tragos, así que decidí espontáneamente
unirme a ellos y acompañarlos. Mientras acudíamos a la cercana calle en la que
según me dijo Gus se encontraba el grupo con el que habían quedado me fue
explicando que en su mayoría eran jóvenes estudiantes que acudían allí todos
los fines de semana para beber, charlar y fumarse algunos canutos, --gente muy
legal, padre. Efectivamente cuando los vi sentados en el suelo formando un
numeroso grupo pude comprobar que todos ellos estaban entre las edades de los
quince a los veintipocos años. Tras presentarme informalmente Gus a alguna de
las jovencitas pude apreciar rápidamente que en su mayoría se trataba de
jóvenes de clase media acomodada hijos de padres con profesiones liberales y a
los que les importaba una mierda que sus hijos pasaran la noche del sábado al
domingo fuera de casa mientras ellos hacían lo mismo.
Un rato después de que nos hubiéramos sentado
con ellos se hizo una colecta en la que cada uno colaboro aportando mil pelas
para comprar bebidas y pillar algo de costo y algunos tripis según me informo
una de las chicas que estaba a mi lado. Si tenemos en cuenta que eran unos
cuarenta chavales aproximadamente, es fácil calcular el mogollón de bebidas y
de drogas que obtenían cada vez que hacían la colecta y que al menos durante el
tiempo que permanecí con ellos hicieron un par de veces más. A partir del
momento en el que llegaron las bebidas y los canutos la peña no se dedicó a
otra cosa que no fuera beber y drogarse compulsivamente esperando que dieran
las tres para montárselo de tripis, según la información de la misma pava que
anteriormente me comento lo de la recaudación. –Era el momento mágico de la
noche, según sus propias palabras. Hacía las cuatro de la madrugada estábamos
colocados a tope, de hecho por lo menos a mí me costaba trabajo hasta poder
moverme y lo que ya acabo de ponerme ciego fue que empezaron a pasar un melón
en el que habían colocados varios canutos metidos en unos agujeros que se
comunicaban entre sí por uno central que era en el que había que aspirar el
humo de todos. Debo confesar que a pesar de la experiencia que yo tenía con las
drogas nunca había vivido nada similar a aquella bomba tan brutal que era el
puto melón. Nada más inhalar el humo que se juntaba en el centro proveniente de
los canutos que contenía el melón te entraba un colocon de la hostia, que unido
a todo lo que ya teníamos en el cuerpo incluido los tripis te llevaba a un
estado de descontrol absoluto. De hecho siempre recordare aquel colocon como
uno de los más fuertes que he experimentado a lo largo de la época en la que me
dedique a “disfrutar” del lado salvaje de la vida.
Después de dar dos o tres caladas de aquella
bomba solo recuerdo que me levante trabajosamente como pude decidido a largarme
inmediatamente a dormir a la casa de Michi ya que me sentía incapaz de ir a la
mía, en aquellos momentos me imaginaba mi apartamento a miles de kilómetros del
lugar en el que estábamos. Me desperté sobre las seis de la tarde del día
siguiente con una resaca considerable en medio de tres jovencitas del grupo y
con mi hijo en la misma cama desnudos completamente todos. Cuando logre
encender una pequeña luz que se encontraba enganchada en el cabecero de la cama
vi con más nitidez el panorama que me rodeaba, una de las chicas había potado en
el suelo dejando en este una sustancia pegajosa en la que se veían los restos
de la vomitona aún fresca, otra de ellas se había meado encima porqué la cama
estaba empapada por debajo de su cuerpo y la que había estado seguramente
follando conmigo –saque esta conclusión al observar mi polla con restos de
sangre seca—manchada de sangre de la regla.
Poco a poco y no sin esfuerzo logre
despejarme, levantándome para localizar mi ropa. Cuando la encontré me vestí y
salí al saloncito, en él se encontraban dos tías tiradas en el suelo durmiendo
abrazadas despidiendo un hedor asqueroso, cuando las observe más detenidamente
me di cuenta de que una de ellas tenía la minifalda levantada y podía verse que
se había cagado en las bragas de ahí salía el insoportable olor. Al pasar por
el dormitorio de Michi camino del meódromo vi que este estaba aparentemente
dormido mientras una tía se afanaba infructuosamente en hacerle una mamada
mientras a su lado el colega de mi hijo tenía enculado a un pavo al que de vez
en cuando embestía –supongo que intentando correrse dentro de su culo--. Tuve
que mear en un par de botellas porqué en el meódromo me encontré sentada a una
tía que debía de haberse quedado dormida cuando fue a cagar o a mear. Mientras
meaba en las botellas observe que tenía las bragas bajadas y las piernas
ligeramente separadas por lo que era visible su peludo coñito, así que cuando
termine mi meada aproveche que tenía la picha erecta y decidí echarle un
casquete. La levante cogiéndola por los sobacos y la traslade medio dormida al
saloncito, allí la senté en el sillón y le levante las piernas a la altura de
sus hombros dejando completamente al descubierto su coñito y su culo. Ignoro si
fue por la posición en la que la coloque o si era porqué ya la habían enculado
previamente en otras ocasiones pero lo cierto es que le introduje mi polla por
el culo con toda facilidad simplemente untándome un poco de saliva en la picha.
Supongo que por los efectos que aún debían de quedar en mi cuerpo de drogas y
alcohol no conseguía correrme, así que después de bombear un buen rato su culo
decidí emplearme a fondo con su coñito y ver si con este agujero tenía más
suerte. Efectivamente la tuve y después de un buen rato de jodienda durante la cual note que ella se corrió dos o
tres veces logre finalmente correrme yo. Cuando le saque la picha y le baje las
piernas para que pudiera seguir durmiendo cómodamente debió relajar el esfínter
ya que empezó a mearse copiosamente formando un extenso charco que llego hasta
las pavas que estaban tumbadas en el suelo.
Me limpie la polla con unas bragas que
encontré en el interior del bolso que alguna de ellas había dejado sobre una de
las sillas, y después pille un billete de cinco mil pelas que había en un
monedero y me largue a darme un buen homenaje antes de irme para mi apartamento
en el Vips de Fuencarral.
Días después Michi ingresaba en un
Hospital-Residencia en el que estuvo internado durante varios meses hasta que
se recuperó lo suficiente para seguir luchando por sobrevivir. Mi hijo Gus
continúo durante un mes viviendo en el piso hasta que un día le amenace con
llamar a la pasma si no se largaba en veinticuatro horas él y su colega. Cuando
volví veinticuatro horas después él y su colega efectivamente se habían
largado, desapareció de mi vida hasta cinco años después en los que volvería a
aparecer en mi vida cuando acudió a verme al Hospital en él que yo me
encontraba recuperándome de un infarto de miocardio que había tenido
posiblemente causado directa o indirectamente por mis excesos con el alcohol,
las drogas, el tabaco y la tensión que produce vivir la vida sin las reglas
morales y éticas que rigen las más elementales normas sociales. Michi
desapareció igualmente de mi vida y no volví a tener noticias de él hasta que
casualmente me entere por un amigo común que estaba viviendo en la casa de
Amparo Barcenas una antigua y vieja amiga con la que en otro tiempo estuvo a
punto de casarse. Conseguí localizarle y verme con él en un par de ocasiones,
la primera me conto que después de que le dieran el alta en el
Hospital-Residencia se marchó a Mallorca viviendo como invitado en la casa del
poeta italiano Bellocio durante una larga temporada, para posteriormente
trasladarse nuevamente a Madrid donde Laurina la mujer de Bellocio le mantuvo
pagándole el alquiler del apartamento y pasándole una pequeña asignación
económica para la comida y algunos otros gastos. Nuevamente tuvo que internarse
durante una temporada cuando un día descubrieron que tenía un cáncer, así que
le internaron en un Sanatorio en la Sierra de Guadarrama donde permaneció hasta
que termino el tratamiento que le habían impuesto. Cuando le dieron el alta se
trasladó al domicilio de Amparo donde permanece aun conviviendo con ella y los
ancianos padres de esta. La segunda vez que hemos vuelto a vernos fue para que
yo le entregara los pocos documentos que logre salvar de los continuos pillajes
y expolios que llevaron a cabo las diferentes tribus que pasaron por el piso de
la calle de La Palma, así como una escultura que yo conservaba desde los tiempos
de la calle Ibiza que correspondía a un premio que les concedió en su momento
una prestigiosa revista cinematográfica tras el estreno de la primera
película-documental que se hizo sobre su familia. En esta última visita me
comento que había conseguido que una nueva revista semanal que estaba a punto
de aparecer le contratara nuevamente para colaborar como crítico de televisión,
colaboración que le permitiría al menos tener unos ingresos económicos para ir
tirando.
A Sisita no volví en muchos años a verla,
hasta que por pura casualidad coincidí con ella en el vestíbulo de un cine en
el que se estrenaba la película de Amenabar “Abre los ojos”. Nos saludamos fría
pero cortésmente manteniendo la distancia que da la lejanía de los años, desde
entonces no he vuelto a saber nada más de ella.
A Leopoldo María también lo he visto
recientemente, fue un día en el que estando buscando unos libros de psicología
en la Librería Fuentetaja escuche un alboroto y cuando me gire para ver qué
pasaba vi que era Leopoldo María montando su habitual numerito de “poeta loco y
maldito”, al parecer intentaba llevarse varios libros sin pasar por caja
alegando que él era el conocido y famoso poeta Leopoldo María Panero. Cuando me
acerque para saludarlo se hizo el indiferente diciéndome que no se acordaba de
quien era yo, hasta que a los pocos minutos decidió que sí, que si me recordaba
y entonces me pregunto si yo sabía dónde podía localizar a su hermano Michi
para verlo antes de volver a Ibiza lugar en el que reside desde hace algunos
años. Le conteste que ignoraba donde se encontraba Michi viviendo y le remití a
que se lo preguntara a alguno de los muchos amigos comunes de ambos, tampoco he
vuelto a verlo ni a saber últimamente nada de su paradero. Así concluye la
historia –espero que definitivamente—de mi larga amistad con la peculiar y
singular familia Panero..de momento..
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