EL INSOMNIO DE LOS PECES - AUTOR: JAVIER PARRA - EDICIONES MATRACA - SEVILLA - 2018 - CAPITULO V - SEXO, DROGAS Y ROCK AND ROLL, CON GOTAS DE ALCOHOL
EL INSOMNIO DE LOS PECES
AUTOR: JAVIER PARRA
CAPITULO - V - SEXO, DROGAS Y ROCK AND ROLL, CON GOTAS DE ALCOHOL
Conocí a Beto por pura casualidad un día que
acudí a la tienda de música en la que curraba a comprar un recambio de cuerdas
para mi guitarra, al poco tiempo de haber entrado en el establecimiento parecía
que nos conocíamos de toda la vida. Una semana después me invito a acudir con
él y su peña a un concierto que daban unos amigos, en este concierto conocí a
Malena su mujer, a Toti el guitarrista de un conocido dúo musical del pop
hortera y comercial, Pedro, Charlie, El Siniestro, El niño, Ana, Dani el
uruguayo, marido de esta última y finalmente a Manuel Álvarez apodado “El
maestro” por estar dedicado en exclusiva a vivir de la música impartiendo
clases particulares, preferentemente de guitarra instrumento este que era el
que mejor dominaba. En días posteriores fui conociendo al resto de los
integrantes del grupo al que Beto denominaba familiarmente como “La peña” y de
la que él era de alguna forma referencia y eje central. A través de él nos íbamos
integrando en el grupo y conociéndonos los unos y los otros, es decir, todos
pasábamos primero por él. El carisma integrador y la idiosincrasia de Beto
consistía básicamente en esta facultad de integrar en torno a él y a la tienda
de música a un variado y singular grupo en el que entraba toda la fauna de
personalidades y profesiones más diversas, incluyendo igualmente clases
sociales de lo más plural y diversa, dando lugar a lo que eufemísticamente
denominábamos “La peña”. Lo curioso es que paradójicamente tal variedad de
mentalidades y clases funcionaba de puta madre y el amiguismo entre nosotros
era un hecho indiscutible en el día a día. Sería injusto no reconocer que gran
parte de esta armonía no era del todo obra exclusiva de Beto, parte de esta
buena relación estaba cimentada en algo que también era fundamental para la armonía
de “La peña”: las drogas. Otros nexos de unión eran el sexo y la música
rock-blues que a todos sin excepción nos apasionaba cantidad. Obviamente estas
cosas servían tanto o más que el carisma de Beto para tenernos unidos como una
piña en santa hermandad. Por último otra de las cosas que fomentaba aún más si
cabe el amiguismo entre nosotros era la común afición al alcohol, estoy seguro
que cualquiera de nosotros habría podido figurar por méritos propios en el
libro Guinness de los records al mayor consumo individual de alcohol. Cada
salida nocturna nuestra tenía como objetivo prioritario arrasar con las
existencias alcohólicas de nuestros garitos predilectos.
Si había algo que diferenciaba a Beto de los
demás, aparte como decía anteriormente de su capacidad carismática de
encontrarnos, era su capacidad fabuladora para inventarse historias increíbles.
En este apartado no tenía rival posible, su capacidad era ilimitada y su
inventiva de tal calibre que era capaz de llegar a estar completamente
convencido de sus propias mentiras e incluso transmitirle a los demás que eran
ciertas. Tal era la magnitud de sus mentiras que resultaba prácticamente
imposible saber dónde empezaba a mezclar la ficción con la realidad, tenías que
llegar a conocerle muy bien para poder captar lo verdadero de lo falso. Personalmente
creo que era capaz de engañar hasta a sus propios padres si llegaba al caso.
Hipocondriaco en situación límite y extrema era capaz de sugestionarse ante el
más mínimo dolor o síntoma raro que notaba en su cuerpo siendo por otro lado y
paradójicamente capaz de meterse esnifando, chupando o de cualquier otra forma
cualquier sustancia por rara y desconocida que esta pudiera ser siempre que le
prometiera alguna posible experiencia evasiva o placentera (jamás he conocido a
nadie que hubiera probado tal cantidad de drogas diferentes, ya fueran legales
o ilegales). Este curioso personaje tenía lo que en psiquiatría denominamos una
personalidad esquizoparanoide agudizada sin la menor duda por el prolongado y
excesivo consumo de drogas de todo tipo. Esto hacía que en el fondo fuera un
individuo desconfiado de todo y de todos, sobre todo en lo que a confiar en uno
se refiere. Su desconfianza le llevaba a pensar que o bien tratabas de
levantarle a su chica o que querías estafarle con la farlopa, el caso es que
casi siempre ocurría lo contrario el que tenías que estar alerta con él eras tú
pues a la mínima te timaba con la pasta o te levantaba lo primero que podía.
Tan difícil personalidad llevaba algunas veces al grupo a una convivencia
difícil, sobre todo cuando le entraban las crisis de paranoia.
Intentar echarle un polvete a Malena su chica
podía traer consigo una paranoia del carajo, pasando de ser su mejor amigo a su
peor enemigo en cuestión de décimas de segundo. Además con el agravante de ser
extremadamente peligroso, pues carecía como buen psicótico del menor escrúpulo
moral. En una palabra, podía encargarle a cualquier pirado que te diera un
navajazo y se quedaba tan tranquilo, no tenía el más mínimo sentido de
culpabilidad al vivir exclusivamente en su Ello. Así que lo más prudente era
seguirle la bola aún a sabiendas de que era capaz de sacarle la pasta por la
patilla, hasta al patriarca de un clan gitano con el pretexto más surrealista
que uno pudiera imaginarse. No creo necesario explicar que la mayoría de la
pasta se la fundía rápidamente en farlopa o cualquier otra mierda con la que se
pudiera colocar.
Sin ser un individuo atractivo gozaba de cierto
carisma para algunas tías sobre todo las que se encontraban enganchadas a la
farlopa. De forma similar a otros muchos consumidores, Beto solía sufrir
habituales estados depresivos al mismo tiempo que otros de gran euforia u
optimismo, haciendo esto que fuera realmente difícil llegar a conocer realmente
cuál era su estado normal si es que tenía algún momento que pudiéramos
denominar como tal. Esto hacía de alguna manera que las tías lo vieran
habitualmente como un ser desvalido pero que al mismo tiempo fuera capaz de
comerse el mundo, cuando en realidad lo que se comía era una mierda. Su mujer
Malena era el prototipo representativo
de chica de barrio obrero de la periferia de una gran ciudad, eso sí con
pretensiones de querer pertenecer a una clase social diferente, el que lo
lograra o no era otra cosa. Sin ser fea parece que lo conseguía a base de maquillarse
con pésimo gusto con un desconocimiento absoluto de la técnica más elemental.
Su falta de gusto y el nulo conocimiento
de la moda imperante la limitaba considerablemente a la hora de saber combinar
su vestuario, recordando más a una tía vestida por el asesor de imagen del
rastro de Tetuán (mercadillo similar al rastro que ponen los domingos por la
mañana en la Ribera de Curtidores de Madrid) en el madrileño barrio del mismo
nombre. Si a esta imagen pretenciosa y ridícula a la vez le añadimos su pensamiento
de creerse una chica “intelectual” el resultado de ello nos daría la talla
autentica de Malena: patética. Un par de años después de conocerla acabo
separándose de Beto –creo que por asuntos de cuernos y de drogas-- largándose a vivir con Pedro otro de los
integrantes de “la peña”. Curiosamente este individuo mejoraba en mucho a su
antecesora pareja, pues Pedro era un individuo amable y bonachón, entregado a
su pasión por la música de los Beatles y a coleccionar todo tipo de cosas
extravagantes y estrafalarias. En una definición más bien surrealista por mi
parte, diría que se asemejaba físicamente al oso Yogui en versión particular de
Warhol, es decir, un oso gigantesco con prematuros inicios de calvicie
prematura y con pinta de gitano rumano (sin entrar en valoraciones de lo que es
políticamente correcto o incorrecto, que a mí personalmente me importan un huevo).
Si a esto le añadimos que en el consumo de drogas superaba en algunos aspectos
al propio Beto no creo sinceramente que la tonta de Malena mejorara mucho con
el cambio de pareja, salvo como indicaba por la excelente calidad humana de
Pedro.
Su calidad humana se veía a veces empañada
por su excesiva afición al consumo de coca y a todo lo que se ponía a su
alcance, en especial a los tripis de los
que era capaz de tomarse el doble de dosis que tomáramos cualquiera de
nosotros. Este abuso doble en todo (en la comida era igualmente tan glotón como en las drogas, siempre doble
de todo) le llevaba a crearse unas paranoias de la hostia como la que se cogió
un día al meterse varios ácidos de golpe y tener un viaje en el que se sentía
un conejo gigante, pidiéndonos a gritos histéricos que le metiésemos en una
jaula para poder instalarse en ella. También en otra ocasión en la que compartí
con él varios tripis, ambos tuvimos un
viaje de lo más tenebroso y pintoresco que se pueda imaginar. Percibíamos los
autobuses articulados que solían circular por el Parque de La Ventilla como mastodónticos
gusanos. Aquel mismo día la paranoia que nos entró con los tripis fue tan
fuerte que llegamos a bebernos la meada que estaba echando Alma convencidos de
que lo que bebíamos era autentico bourbon, solo debimos echar en falta los
cubitos de hielo.
Alma era ajena por completo a “la peña” pero
esporádicamente solía unirse a nuestros desmadres sobre todo si se olía que
íbamos a tener una buena ración de farlopa, sustancia está a la que estaba
enganchada desde hacía algún tiempo. Era un personaje singular –y digo era,
porque años después término suicidándose en otro continente, concretamente en
el otro extremo del mundo: Australia— como se habrá percatado el lector que
este siguiendo alguno de los capítulos de este libro en los que ella, por una causa u otra aparece en varios.
Continuando con la biografía de miembros de
“la peña” nos encontramos con otro ejemplar muy singular, Toti guitarrista
dedicado a la música pop de origen sudamericano. Precisamente este origen
sudamericano al igual que su pertenencia al mundillo pop más o menos famosillo
le servía como anillo al dedo para utilizarlo como eficaz señuelo con las tías,
pues precisamente por su físico no es que precisamente fuera un Adonis.
Prematuramente canoso quizás lo más destacado de su fisionomía eran sus
ahuevados y protuberantes ojos negros, de mirada maliciosa y vidriosa denotaban
para cualquier observador perspicaz la falsedad de su aparente amabilidad. En
definitiva poco más podría resaltarse de este personaje que aparte de tener un
físico más bien vulgar como decía poco más se podría destacar en él salvo su
falta de ética o moral para llevar a cabo cualquier felonía. Un individuo del
que era mejor no fiarse, ni entregarse con él al amiguismo o la amistad ya que
en cualquier momento podía traicionarte sin el menor remordimiento como buen
colombiano criado en los suburbios de la droga y el crimen. Profesionalmente
era uno más de tantos músicos que se ganan la vida alquilándose como músicos de
acompañamientos de las figuras que emergen dentro del cambiante panorama de la
música pop, aparte de colaborar en alguna que otra sesión como músico de
estudio para complementar sus ingresos. Toti era muy consciente aunque en pocas
ocasiones lo manifestaba que individualmente nunca podría llegar a ser nadie
dentro del mundillo musical, por eso aceptaba más o menos de buena gana su
papel secundario en las bandas con las que tocaba. Su bajo nivel cultural e
intelectual le distanciaba de los miembros más cultivados de “la peña”, quedando
siempre al margen de las conversaciones en las que no fueran protagonista las
drogas que se iban a consumir o los conciertos a los que pensábamos acudir
–esta última opción condicionada en su caso siempre a los músicos que conocía
al menos de oídas, ya que igualmente su conocimiento musical tampoco era muy
extenso--. Su dependencia de las drogas hacía de él que fuera un individuo muy
egoísta y desconfiado con todos los demás excepto con Beto al que consideraba
su colega y cómplice.
La habitual promiscuidad en la que nos
movíamos en el ambiente de “la peña” me permitió enterarme con información de
primera mano a través de alguna de las chicas que compartimos en alguna ocasión
su afición al maltrato físico y psicológico con estas, aparte de un desmedido afán
por humillarlas en todos los aspectos. Según la descripción que me hizo una de
estas “amigas” comunes, una de las perversiones que más le gustaba llevar a cabo
consistía en follarlas analmente y
posteriormente obligarla a que le limpiaran los restos adheridos a la polla
mamándosela. Otras de sus preferencias sexuales consistían en obligar a la
chica a tragarse su meada antes de follar con ella.
Compartí con él algunos viajes con los tripis
y los ácidos que nos crearon a ambos situaciones tan surrealistas como la de
permanecer al menos un par de horas lanzándonos por el tobogán de un parque
infantil mientras nos entreteníamos gritando obscenidades a la gente que
circulaba por las cercanías. En otra ocasión ambos compartimos el terror de
pensar que nos encontrábamos subidos en una superficie a gran altura del suelo, cuando en la
realidad simplemente nos habíamos encaramado en un potro de gimnasia que no
estaba a más de metro y medio del suelo. Estas eran situaciones alucinatorias
muy habituales provocadas por los tripis a los ácidos, siendo quizás la más
rocambolesca o siniestra de todas las que vivimos la que nos ocurrió una noche
en la que viajábamos hacía su casa en coche para encontrarnos con tres tías que
habíamos conocido días antes en un concierto celebrado en La Riviera por Van
Morrison. Íbamos Toti conduciendo, Pedro y un servidor, los tres puestos de
farlopa y de LSD hasta las cejas, aparte de haber consumido una fuerte cantidad
de alcohol cuando inesperadamente a más de ciento ochenta kilómetros por hora
se nos cruzó en la carretera comarcal que une Madrid con El Escorial un enorme
ejemplar de jabalí. El impacto fue brutal, tan brutal que casi no podemos
contarlo al día siguiente ya que el coche quedo prácticamente destrozado por
toda su parte delantera y en cuanto a nosotros paradójicamente salvo Pedro que
se golpeó con el cristal delantero haciéndose algunos rasguños en la cara, ni a
Toti ni a mi nos ocurrió nada salvo el acojone de los primeros instantes en los
que no sabíamos que coño nos había ocurrido. Pasado estos primeros instantes lo
único que recuerdo es a Pedro gritando histéricamente algo así como --…¡Joder tíos
nos hemos podido matar…la hostia..joder estáis pirados cabrones, mira que
cargaros un bicho… Afortunadamente a excepción del pobre jabalí que
efectivamente quedo completamente despanzurrado el incidente solo nos había en
definitiva subido la adrenalina del tal manera que incluso nos metimos un par
de rayas sobre el maltrecho capo del coche mientras la Benemérita Guardia Civil
levantaba el atestado del accidente a pocos metros de nosotros en el vehículo
de ellos, mientras Pedro nos miraba con los ojos desorbitados y la sangre aún
manándole de las heridas –muy leves—que tenía en su cabezón de oso. La noche
culmino posteriormente en una auténtica orgía de sexo, drogas, alcohol y una
gran follada en una confusa melé donde era difícil saber en qué agujero la
estaba uno metiendo –me refiero a la polla--. Al amanecer del día siguiente
cuando regresábamos a Madrid Pedro y un servidor estábamos tan excitados aún
por los efectos de tanta droga consumida en las últimas horas que decidimos
llamar a Alma –comprando previamente un par de gramos de farlopa—para que nos
bajara la brutal erección que teníamos follando con ella a dúo.
Charlie por edad estaba más próximo a mí,
tanto él como Ana su mujer y Dani,
veníamos a tener más o menos los mismo años los cuatro, por lo que dentro del
grupo éramos al menos en este aspecto los más afines. Físicamente la apariencia
de Charlie era en un primer momento cuando lo conocías por primera vez algo intimidatoria,
y no precisamente creo que fuese por su extremada delgadez o altura sino por el
par de cadavéricos ojos con los que te taladraba al mirarte por vez primera. Su
extraña manera de escrutarte de arriba abajo era terrorífica y raramente pasaba
desapercibida para nadie, era como si te estuviera observando un zombi salido
directamente de la película de terror de “La noche de los muertos vivientes”.
Solía pasar de un hablar pausado y relajado a una labilidad irritable e irrefrenable
en cuestión de pocos segundos nada más que intuyera que le estaba llevando la
contraria en algo sobre todo si se encontraba como era lo más habitual puesto
de coca hasta el ojete, droga está a la que era adicto desde varios años atrás.
Le encantaba cuando estaba todo el grupo o la mayor parte reunido contarnos sus
surrealistas y pintorescas aventuras por diferentes partes de la geografía
peninsular incluyendo sus escarceos en las Baleares y las Canarias, islas que
según sus relatos conocía como la palma de sus manos. Estaba casado con Luna
–diez años menor que él—una mujer encantadora que era realmente la que sacaba
adelante tanto la casa como a las dos hijas que habían tenido en común.
Trabajaba como auxiliar de clínica en uno de los mayores hospitales de Madrid,
siendo precisamente este aspecto una de las mayores paranoias de Charlie pues
aparte de sentirse humillado por no ser él el que ingresara la pasta de la casa
pensaba que Luna se estaba follando a todo el personal del hospital. Creo
recordar que una de las causas –al margen de la fuerte adicción de Charlie a la
farlopa—por el que Luna se estaba distanciando de él eran los continuos
escarceos con otras tías a los que Charlie se entregaba día si y día también,
aparte de su inestabilidad laboral que ya era prácticamente endémica en él. Era
incapaz de mantenerse en un curro más allá de os o tres meses como mucho, según
argumentaba muy seriamente todo era debido a que no podía soportar la
explotación laboral a la que era sometido por los hijos de puta de los
patrones. Según fui conociéndole mejor llegue a la conclusión de que realmente
lo que le ocurría con los curros era sencillamente que su adicción a las drogas
le impedía un comportamiento normal y más tarde o más temprano terminaba
trapicheando o mangando algo en los curros, siendo realmente está la causa de
que lo mandaran a la puta calle y no que fuera él el que se marchara. Entre
verdades a medias y mentiras gigantescas lo que si era verdad es que Charlie
había estado varias veces en el talego cumpliendo condena. En una ocasión por
atraco a mano armada en una gasolinera en la que él y sus cómplices habían
dejado malherido a un pobre empleado y otras dos por tráfico y venta de
estupefacientes. Al margen de todas estas batallas Charlie era uno de los
miembros de “la peña” más apreciado, en parte por ser el impulsor directo a la
vez que el catalizador de ideas para divertirnos y en parte por su entrega a la
amistad incondicional, era uno de los pocos individuos que nunca te dejaba tirado.
Tenía en contrapartida otra faceta menos agradable y era cuando le entraban los
bajones depresivos que le causaba en desmesurado consumo de drogas, etapas
estas en las que el grupo le ignoraba y le daba en cierta manera la espalda –en
mi opinión—injustamente hasta que volvía a ser de nuevo optimista, dinámico y
divertido renaciendo como el Ave Fénix. Otra curiosa característica de este singular personaje era
su habilidad y capacidad artística para la escultura, pintura y modelado en
barro, técnica esta última en la que era capaz de realizar auténticas obras de
arte como una preciosa figura –que aún conservo—de una mujer que representa la
parte inferior abriendo las piernas y
enseñando con todo lujo de detalles su coño. En lo que a sexo se refiere era
muy aficionado a cambiar continuamente de tías por lo que no era extraño que
continuamente estuviera acosándonos a los demás pidiéndonos que le pasáramos
alguna de nuestras amigas, conocidas o lo que fueran siempre que se tratase de
tías folladoras y cachondas. Esta compulsión suya por follarse nuevas tías fue
precisamente lo que me dio a mí la oportunidad para pasarle a Tere “la ninfómana”
y lograr quitármela yo de encima de una puta vez. Tere era una ex redactora de
televisión que estaba temporalmente de baja por enfermedad a la que yo había
conocido en un grupo de psicoterapia y que después de varios meses sin volver a
verla me llamo un día imprevistamente para invitarme a salir con ella al teatro
y posteriormente a cenar. La inesperada invitación me dejo completamente
sorprendido pues cuando yo la conocí en el grupo más bien me dio la impresión
de ser una pardilla mojigata incapaz de llamar un tío para salir con él y menos
con un pavo como yo. El caso es que como la cosa parecía prometer otras
posibilidades además de asistir a una obra teatral y cenar, acepte encantado la
invitación. ¡Maldita sea la hora en la que acepte!, pues lo que en un principio
parecía prometer una velada romántica para echar un buen polvete termino siendo
una auténtica pesadilla y eso que en un primer momento todo parecía transcurrir
en perfecta armonía según lo pensado en un principio. Tere acudió a la cita en
la puerta del teatro con puntualidad británica, cosa muy digna de agradecer
teniendo en cuenta la habitual impuntualidad de la mayoría de las féminas en
este país que consideran que media o incluso una hora de más es absolutamente
normal cuando quedas citado con ellas. Al margen de la pretendida moderna y
soporífera función teatral que nos tragamos en debida en parte a la mala
dirección de un “moderno” y pretencioso joven director y en otra a los pésimos
actores que no se quien coño había elegido para representar a Bertold Brech, todo estaba transcurriendo
armoniosamente hasta que toco subirnos a mi coche para trasladarnos a la
búsqueda de un restaurante en el que pudiéramos cenar. Justo en aquel concreto
y preciso instante empezaron los problemas ya que Tere no fumaba y por tanto no
aguantaba que nadie lo hiciera en su presencia y menos aún en un habitáculo
cerrado como el recinto de un vehículo así que cuando vio que yo pretendía
encender un pito me ordeno histéricamente que ni se me ocurriera. El segundo
problema se presentó casi al unísono cuando Tere me comunico que ella solo
cenaba en un restaurante que fuera vegetariano, ya que ella solo comía esa puta
mierda de comida vegetal. La pava no probaba bocado de nada que no oliera a un
posible ser que según me dijo hubiera estado vivo. ¡Joder!, como si las plantas
no estuvieran vivas, no te digo. Que se lo pregunten si no a una planta de
maría cuando te deleita con su surrante voz mientras te la fumas. El caso es,
que tras una ardua e infructuosa búsqueda por casi todo Madrid tuvimos que
desistir de encontrar un puto vegetariano a esa hora que estuviera abierto y me
propuso –ignoro por qué— como última alternativa acudir al Club de Golf de la
Casa de Campo del que ella era socia y donde según me dijo podríamos cenar
mientras disfrutábamos por otro lado de un bucólico y apacible paisaje nocturno
de la ciudad. La verdad es que a mí la propuesta no me entusiasmo mucho pues
siempre he odiado el puto campo, pero considerando el tiempo que llevábamos
dando vueltas, sin poder fumar y sin posibilidades de llevarnos algo al estómago
y lo que era peor aún sin haberle olido ni siquiera el coñito decidí aceptar
como mal menor la insólita propuesta de intentar cenar en el puñetero campo un día
de invierno, ¿O acudir a la Casa de Campo no era salirse de la civilización
para encontrarse en el campo? Creo recordar que también debió influir en tamaña
decisión el hecho de que me comentara casi de pasada que ella vivía cerca del
Club de Golf por lo que después de cenar podíamos ir a tomar algo a ella.
En honor a la verdad debo admitir que el
paisaje que se disfrutaba desde un altillo del Club de Golf era efectivamente
espectacular, las luces de Madrid se reflejaban como una bandada de luciérnagas
lo lejos creando un efecto visual acojonante. La verdad es que para los colegas
a los que les apasiona fotografiar paisajes de la naturaleza tenían en aquella visión
un fotón de la hostia, a mí me la traía floja para que vamos a engañarnos. Lo
peor fue que aparte de descubrir esta bonita postal turística y de empezar a
notar un frio de cojones que te congelaba las pelotas el supuesto cenador
estaba más chapado que el cementerio de La Almudena a aquellas intempestivas
horas para manducar. No era posible beber ni siquiera una puta coca cola porqué
hasta las máquinas automáticas estaban apagadas, así que mientras la tía loca
saltaba de un lado a otro gritándome que al menos disfrutara del bonito paisaje
que teníamos delante yo opte por liarme un gran canuto y fumármelo a fin de
calmar mis primeros impulsos homicidas de cargarme a aquella psicópata para que
no pudiera repetir tan humillante aventura con otro pringado. El futuro colocon
lo acompañe con un par de rayitas y de un tripi que me había sobrado de la
última correría con los miembros de “la peña”. Al poco estaba tan colocado que
casi empecé a olvidarme de aquella majara y del lugar en el que me encontraba e
incluso a disfrutar de la tranquilidad del lugar hasta que un estridente y
desagradable grito de la pirada llamándome desde algún remoto lugar me devolvió
a la desagradable realidad de su repugnante presencia por allí. Según pude
deducir me llamaba para que acudiera a ver no sé qué coño de vista insólita, el
caso es que habían apagado por lo que le entendí muchas de las luces que hasta
entonces habían estado luciendo y se veía aún mejor el lejano paisaje de
Madrid. Efectivamente mire a mi alrededor y vi que me envolvía una espesa y
densa oscuridad, las pocas luces que habíamos encontrado encendidas al llegar a
aquel lugar las habían apagado totalmente con lo que saque la conclusión
inevitable de que deberíamos habernos largado de allí desde hacía bastante
tiempo como nos había advertido el guardia de seguridad que nos facilitó el
acceso y nos dijo que a medianoche se cerraba el Club. Ante la posibilidad de
perder de vista a la loca y no encontrar en aquel laberinto de jardines,
parterres o lo que fueran aquellas putas plantas mi vehículo decidí acudir a
buscarla para largarnos. Después de dar más vueltas que una peonza por aquellas
zonas ajardinadas felizmente la encontré guiándome por su chillona voz en una
especie de pequeña explanada de campo abierto desde el que efectivamente se podía
ver otra maravillosa instantánea de Madrid con sus lucecitas al fondo, incluso
hasta divise parte del Palacio Real. Cuando ya estaba casi a punto de llegar a
su lado, --ella estaba sentada en un banco—para mi sorpresa sentí que algo me
golpeaba fuertemente los cojones a la vez que otro golpe a la altura del pecho,
este último en concreto me dejo por casi por un instante fuera de combate.
¿Quién o qué coño me había golpeado de esa forma? ¡Joder!…Simplemente había
ocurrido que sin darme cuenta pise unos putos palos flexibles que suelen poner
para señalizar los hoyos y que obviamente con el colocon y la falta de luz no
divise oportunamente. Tere que había podido escuchar los tacos que estaba
soltando se acercó para ver que me había sucedido, empezando la muy puta a
descojonarse de risa al ver cómo me agarraba los testículos y le señalaba los
palos con los que me golpee. La zorra se estuvo riendo hasta que finalmente me empezó
a decir que eso me había pasado por no prestar atención al paisaje que me
rodeaba. Nuevamente volví a pensar seriamente en cargarme a aquella tipeja, al
fin y al cabo seguro que nadie echaría de menos a aquella loca. Sin embargo
tras desquitarme solo con algunas blasfemias que le solté para calmarme deje
que me llevara de la mano al banco para poder observarme si me había hecho
alguna herida con los golpes de los palos. Para mi sorpresa la tía después de
ver que no tenía ninguna herida –al menos visible—empezó a trajinarme la
bragueta y me saco la polla mientras ella igualmente se dejaba caer el pantalón
y se bajaba las bragas mostrándome a la luz de la luna su sorprendentemente
peludo chochete. De forma igualmente surrealista empezamos a follar mientras
ella seguía dándome palique sobre el paisaje y las bondades del paradisiaco
lugar.
Después de que hubiera transcurrido un largo
rato de haberme corrido la tía seguía hablando sin parar asó que no tuve más
remedio que avisárselo preguntándole si ella había finalizado también o le
quedaba mucho aún para correrse de una puta vez. No me contesto y siguió a lo
suyo es decir charlando ininterrumpidamente, tan solo pasado un tiempo se separó
y sacando un puñado de pañuelos de papel del bolso se limpió con profusión
desmedida el coño, ofreciéndome algunos de los que le sobraron para que yo
pudiera limpiarme la polla. La historia de este extraño día culmino en la casa
de la loca donde volví a vivir otra de las sorprendentes y surrealistas
situaciones en las que esta tía se comportaba ya que cuando me ofreció que
fuera al frigorífico para ver que me apetecía comer, este estaba solamente
lleno de verduras, eso sí de todo tipo, además un mogollón de yogures naturales
–personalmente detesto los yogures naturales y solo pruebo los de sabores--,
aparte de esto, por no tener no tenía ni un puñetero huevo. Según me dijo solo
se alimentaba de verduras crudas y tomaba como bebida tés indios. ¡La polla,
vamos! Decidí que no merecía la pena perder más tiempo con aquella chalada y
mucho menos aún quedarme a pasar la noche en esas circunstancias de abandono
gastronómico y alcohólico así que me las pire echando leches. Eso sí antes de
irme la muy puta me arrincono en la cocina y me hizo una mamada hasta que
consiguió tragarse toda mi leche, ¡joder, no bebería leche normal pero lo que
es de polla no se perdía ni una gota la muy zorra. Antes de salir, ya en la
puerta me hizo prometerle que volveríamos a quedar alguna otra vez, le dije
naturalmente que sí.
La realidad fue que volví a quedar con ella
en un par de ocasiones porqué me enrollo con regalarme unos libros y unos
carteles para una ONG con la que yo colaboraba. En ambas ocasiones echamos un
polvete y la tía se tranquilizaba hasta la próxima vez siempre que le
prometiera que volveríamos a vernos. Un día me telefoneo para ver si podía
acompañarla a realizar unas compras que necesitaba de unos grandes almacenes y
que no podía llevarse ella a sola a su casa al no tener coche, pique como un
idiota y accedí a hacerle el favor, así que quede en recogerla en su casa para
acudir al híper. Cuando llegue a su casa comprobé que todo era un cuento chino,
nuevamente me la había colado pues realmente lo único que quería era echar un
polvete, me estaba esperando solo con
las bragas puesta y con las tetas al aire. Deje que me hiciera una mamada, la
folle después y me pire diciéndome a mí mismo por el camino que era la última
vez que me la colaba aquella ninfómana del carajo, la próxima vez que se la
follara su padre. Y si la denomino ninfómana es porque la tía era realmente
insaciable, pues aparte de la mamada, de correrme en su coño tuve que metérsela
por el ojete y volver a correrme, e incluso cuando salí de la ducha pretendía
volver a follar nuevamente por lo que me largue más rápido que un conejo detrás
de una zanahoria. Ya en el coche me tuve que meter un par de rayas de farlopa
para recuperarme pues me encontraba como si me hubieran dado una soberana
paliza, estaba completamente agotado. Durante el recorrido para Madrid decidí
que se la pasaría a Charlie para que este pudiera “disfrutar” de tan singular
tía, y la verdad es que así ocurrió según me conto Charlie posterior a quedar
con ella la primera vez, alucino cantidad. Al parecer quedo con ella para ir al
Híper a realizar una compra de comida para acudir después a pasar unos días a
Navacerrada, lugar en el que ella pretendía esquiar con él –según supimos
después Tere había sido campeona de España en alguna modalidad de esquí años
atrás--.A la cita con Charlie acudió vestida con el traje para esquiar –nada
raro si tenemos en cuenta que iban a las pistas de Navacerrada--, sin embargo
lo que parecía normal se transformaba en anormal cuando Charlie me explico que
la pava llevaba un equipo de los años sesenta por lo menos, tan anticuado era
que daba un cantazo de la hostia. Ella en cambio se sentía tan contenta y
segura que le dijo al atónito Charlie que era el mismo atuendo con el que había
ganado su medallita de campeona veinte años atrás, total nada, como si el
tiempo no hubiera pasado. Lo cierto es que en lo que se refería a su aspecto
físico la tía se conservaba prácticamente igual que veinte años atrás, pero no
por ello dejaba de dar el cante con un atuendo tan pasado de moda. La segunda
sorpresa que se llevó Charlie fue cuando vio como Tere iba llenando de verduras
de todo tipo hasta dos carros –aquí fue cuando empezó a alucinar, nunca había
visto nada semejante--. Después de cargar en el maletero toda esta verdura no
le quedó más remedio que pasar antes por la casa de Tere para poder dejarla en
el frigorífico antes de seguir para Navacerrada. Según conducía camino de la
sierra Tere le fue contando prácticamente toda su vida sin parar a lo largo de
todo el trayecto, según Charlie solo paro de hablar el tiempo en el que se dedicó
a hacerle una mamada mientras él seguía conduciendo y fumándose un canuto para
desconectar de tanta verborrea. Todo le resulto tan agobiante que después de
estar con ella hasta la noche termino dejándola sola tirada en el albergue y se
las piro de vueltas a Madrid con un descoloque completo. Charlie llego a
amenazarme diciéndome que si volvía a pasarle una tía tan pirada como Tere me
daba de hostias hasta en el DNI.
No volví a saber nada más de Tere hasta unos
seis meses después cuando apareció una tarde inesperadamente por mi apartamento
sin haberme telefoneado previamente que iba a venir así que me pillo
completamente de marrón. Era un sábado día que yo utilizaba precisamente para
reponerme del resto de la semana sin salir para nada a la calle. Lo primero que
me llamo la atención nada más verla fue que había adelgazado notoriamente y que
también llevaba un look completamente diferente a cuando la conocí por primera
vez en los grupos de psicoterapia, no parecía la misma, incluso aparentaba
algunos años menos. Tal fue mi sorpresa inicial que la deje pasar rápidamente
sobre todo para que me contara a que se debía aquel extraordinario y
sorprendente cambio. Cuando empezó a contármelo aún me dejo más sorprendido ya
que según me dijo todo era debido a una sola cuestión: le habían diagnostico un
cáncer incurable, en un estado tan avanzado que no tenía prácticamente ninguna
posibilidad de sobrevivir más allá de unos nueve o diez meses como mucho, así
que había decido aprovechar el tiempo que le quedaba y vivir la vida a tope.
Pasamos la noche y parte del día siguiente bebiendo, drogándonos y follando
hasta la extenuación, verdaderamente parecía otra tía completamente diferente,
era como si al saber que se iba a morir en tan corto plazo se hubiera
convertido en un discípulo aventajado del mismísimo Marqués de Sade, solo que
en versión femenina. Lo pase de la hostia con aquella nueva “pirada”. Después
de aquel glorioso fin de semana solo volví a verla en otra ocasión, fue en un
concierto de música reggae en la plaza de toros de Móstoles. Durante la
actuación de uno de los muchos grupos que actuaban y mientras yo me dedicaba a
tomar fotos, alguien me dio en la espalda para llamar mi atención, al volverme
vi para mi sorpresa que se trataba de Tere que estaba allí con un grupo de
amigos. Se alegró mogollón de verme y aprovechando el colocon que tenía toda la
peña que estaba a nuestro alrededor se subió la falda, se agacho sobre el
albero y se puso a mear tranquilamente mientras me hacía señas para que yo me
agachara también, cuando lo hice me dijo acercándose a mi oído que me sacara la
polla y se la metiera por detrás mientras ella seguía meando, así lo hice y le
casque un polvete rápido pero que nos dejó a los dos una sensación de buen
rollo, nadie se dio cuenta o al menos nosotros no lo vimos. Solo un colega mío
que se encontraba cerca de nosotros se había percatado de la historia y se benefició
de echarle un polvete en los lavabos mientras yo terminaba de tomar sus fotos y
las mías, al parecer también disfruto de lo lindo follandola.
Finalmente Tere opto por quedarse con Fran,
el colega mío de la agencia de prensa, en lugar de sus amigos de los que se despisto
hábilmente, mientras yo regrese a Madrid acompañado de Alma que también se
encontraba por allí realizando otro reportaje fotográfico en este caso por
encargo de una discográfica de uno de los grupos que actuaban. A Tere no volví
a verla nunca más, días después me entere por una pequeña nota necrológica que
apareció en El País que había fallecido a causa de una enfermedad mortal.
Camino de Madrid Alma decidió que me desviara
hacía la Plaza de España para pillar en uno de sus “suministradores” algo de
farlopa y pasar aquel fin de semana conmigo en mi casa, ya que según me comento
las cosas entre ella y Javier no iban nada bien en aquel momento. Debí haberme
negado argumentándole cualquier excusa pues para mi desolación y desgracia
aquel fin de semana se me convirtió en una auténtica pesadilla. Alma estaba
insoportable hasta con ella misma, ni siquiera esnifar coca lograba calmarla y
evadirla, el efecto lograba todo lo contrario, la ponía como enloquecida algo
nada habitual en ella cuando se metía coca --posteriormente me entere que es
que llevaba varios meses esnifando heroína en lugar de farlopa, de ahí venía al
parecer su raro comportamiento--. Estaba tan ida y colgada que el domingo
mientras comíamos en Tony Roma’s se meo encima sin darse cuenta de ello, fui yo
el que me percaté de que pasaba algo raro cuando note que un líquido caliente
me salpicaba por debajo de la mesa en los pantalones. Desesperado al ver el
estado en el que se encontraba decidí telefonear a Javier y explicarle la
situación, un rato después de llamarle apareció y logro convencerla para irse
con él a su apartamento, mientras ambos se alejaban montados en un taxi, pensé
que si habría alguna forma de lograr poner algo de orden en él caos de vida que
llevaba aquella pobre criatura.
Volviendo a otros miembros de aquel singular
grupo que denominábamos “la peña” estaba Ana y su colega y marido Dani, ambos
eran un caso aparte dentro del grupo tanto por edad como por situación económica,
laboral o de cualquier otra forma, en realidad no tenían en común con el resto
de los miembros del grupo nada en común excepto las drogas y el gusto por la
música. Ana era la que se encargaba de ir sacando las pelas necesarias para que
aquella familia que formaban Dani y sus catorce hijos salieran adelante, entre
él y ella con sus diferentes matrimonios habían logrado reunir aquella troupe
que reunía en torno a ellos chicos y chicas de todas las edades, razas e
incluso colores. Dani en un principio era el encargado de las cuestiones de la
casa, hacer la comida, preocuparse de las numerosas coladas semanales, mantener
una cierta limpieza y sobre todo preocuparse de que los chavales que estaban en
edad escolar aún acudiesen al colegio. Según la versión de Dani todo seguía
así, pero Ana opinaba lo contrario ya que según la suya este estaba todo el día
emporrado sin preocuparse absolutamente de nada ni de nadie, así que aquella
casa era realmente un auténtico caos donde cada uno sobrevivía como podía. De
hecho creíamos más a Ana, sobre todo cuando veíamos la pericia con la que Dani
era capaz de liar los porros y fumárselos en pocos minutos, tenía tal cuelgue
que era capaz de liar un canuto perfecto incluso cuando conducía a toda hostia
por una autopista mientras sujetaba con una mano el volante y con la otra liaba
el porro. Personalmente llegue a verle esnifar una raya extendida sobre el
salpicadero sin perder una sola mota de polvo, mientras además liaba un porro con
la otra mano y sujetaba el volante con el pecho para que no se saliera del
carril por el que íbamos.
Vivian a las afueras de Madrid, concretamente
cerca de Arganda en una destartalada casa rural que habían comprado a unos
antiguos habitantes del cercano pueblo por pocas pelas años atrás cuando aún no
existían las cercanas urbanizaciones que habían ido creciendo alrededor de
ellos. El ambiente interno de la casa se asemejaba más al de una antigua comuna
hippie que al de una casa familiar, allí cada uno iba a su puta bola y donde no
era infrecuente encontrar a alguien que se quedaba una temporadita viviendo con
ellos. Incluso alguno de los chicos o chicas mayores solían traer
“temporaditas” a vivir con ellos a sus ligues, parejas o lo que fueran. Nuestra
peña solía contribuir con su presencia al completo celebrando algún que otro
cumpleaños o fiesta improvisada con cualquier pretexto que solía prolongarse
siempre dos o tres días y que siempre acababan en un auténtico desmadre de
comida, bebidas, sexo y abundancia de todo tipo de drogas. Precisamente en una
de estas fiestas cate por primera vez un
hongo de peyote que me provoco un auténtico viaje alucinatorio durante varios
días ya que el individuo que me paso la dosis se debió de pasar cantidad
dándome un trozo más grande de la cuenta.
Dani era originario de El Salvador según
contaba y había estado viajando desde los catorce años prácticamente por el
todo el mundo, al principio como una especie de grumete en un barco en el que
se enrolo en el Canal de Panamá, posteriormente desempeñando los oficios más
singulares y pintorescos que uno pueda imaginarse y que pasaban desde
mercenario en las diversas guerras africanas, hasta las revoluciones de El
Salvador, Nicaragua y quien sabe cuántas más, chapero en Nueva York, traficante
de armas en pequeña escala, drogas, macarra de prostitutas y algún que otro
oficio poco edificante. El caso es que termino siendo hasta propietario de una
disco en una pequeña ciudad argentina. Precisamente de este lugar fue de donde
tuvo que salir por patas hacía nuestro país al cargarse a un tío de un disparo
–según él completamente fortuito--. La versión que contaba Ana era que todo
había sido debido probablemente a los cabreos que pillaba cuando tomaba
demasiado alcohol mezclado con grandes dosis de diferentes drogas y que le
provocaban un colocon tan grande que no controlaba absolutamente nada, por lo
que no debía haber sido nada raro que en uno de estos colocones en los que
solía echar a tiros a la calle a los clientes de la disco se le hubiera
escapado uno de ellos cargándose a aquel pavo. El caso es que como aquel tío
pertenecía a uno de los muchos clanes o bandas que pululaban por aquella zona a
Dani no le quedó otra alternativa que venirse echando hostias para España si de
verdad quería salvar el pellejo, siendo más o menos así como se encontró
viviendo aquí en compañía de Ana y los numerosos vástagos de ambos.
Ana era un personaje no menos singular, sus
padres habían sido emigrantes en Argentina país en el que siempre había vivido
y donde precisamente conoció y se casó con Dani. Había ejercido desde puta
hasta traficante al por menor de todo tipo de drogas, por lo que conocía todas
las especialidades delictivas habidas y por haber, era además una notabilísima
experta en el noble arte del sablazo, motivo este último por el que
habitualmente tratábamos de eludirla cuando olíamos que estaba escasa de pasta
–nada inhabitual en ella, dado el numeroso grupo de personas que dependían de
ella--. Para no faltar completamente a la verdad debo decir que era también una
de las personas más desprendidas que he conocido a lo largo de esta etapa de mi
vida, Ana no tenía nada suyo, todo lo poco o mucho que pudiera tener en un
momento dado lo repartía de inmediato con el resto, siendo el único defecto que
a veces disponía también de lo que no era suyo como si realmente lo fuera.
Entre sus numerosas extravagancias se daban hechos como el que protagonizo un
día en el que además me involucro como protagonista directo al presentarse en
mi casa con una jovencita veinte años más joven que ella, pretendiendo que yo me
la follara para que se sintiera satisfecha y realizada y no le fuera infiel a
ella con otros tíos argumentándome que todo era porqué se había vuelto lesbiana
de golpe y porrazo. Esta curiosa situación se prolongó durante seis o siete
veces en las que tuve que follarme a la pavita mientras Ana se dedicaba a
saquear mi frigorífico o levantarme las pelas que yo solía echar en el cenicero
al desvestirme al llegar a casa de la calle. En otras ocasiones se dedicaba a
observar cómo me la follaba mientras ella se zampaba una copiosa ración de
comida del cercano chino que había al lado de mi casa. Eso sí siempre me solía
regalar después de que le echara un polvete a su “chica” uno o dos gramos de
una excelente farlopa con la que traficaba ella y que estaba sin cortar. En
otras ocasiones me pagaba el favor presentándome clientas suyas que necesitaban
según se encargaba ella misma de decirles que les echaran un buen y salvaje
polvo aderezado con una comida de coño, fuera del matrimonio. De esta forma
llegue e conocer un amplio y surtido catálogo de jovencitas pijas que cansadas
de convivir día a día con los altos ejecutivos con los que estaban casadas
aprovechaban para ponerse hasta las cejas de coca y de follar en los lugares
más insólitos que se les ocurría por eso de “darle morbo a la cosa”. El asunto
era tan desmadrado que llegue incluso a follarme a una de estas pijas en el
tanatorio, en la salita donde esta habitualmente el fiambre, pretextando que
queríamos estar un rato a solas para poder despedirnos en la intimidad del
finado. El cadáver era el de un amigo de la pava y según me conto la muy zorra
después apenas si le conocía de vista. Por suerte –ignoro por qué—los
familiares del muerto se tragaron la bola y debieron interpretar los gritos y
susurros de placer como una autentica y compungida despedida del “amigo”. Otra
vez me folle a una de estas pavas en el propio despacho del marido, un conocido
abogado que se encontraba en esos momentos reunido con sus socios en la salita
de al lado. El pretexto en este caso fue que me había citado allí para
concretar un book que quería que yo le hiciera para regalárselo como regalo
“especial” de cumpleaños al marido. En otra ocasión me pillaron en el probador
de señoras de El Corte Ingles follandome por el culo a una de estas tías
mientras Alma que se había sumado a la juerga, le comía agachada el coñito. El andoba
y la pava que nos descubrieron se quedaron de una pieza cuando descubrieron que
la tía enculada era la mujer de un conocido empresario de la construcción.
Echaron tierra en el asunto y este no paso a mayores consecuencias.
Durante esta etapa de mi vida fui
protagonista de innumerables episodios similares, pero posiblemente del que
guardare siempre un recuerdo más desagradable fue del que me ocurrió cuando
estando follando con una de estas tías en su casa nos sorprendió en plena faena
el marido regresando inesperadamente a recoger no sé qué documentos que se
había olvidado. El caso es que cuando yo intente separarme de ella e intentar
alguna –si es que podía haberla—posible disculpa, el tipo me dijo muy
amablemente que ni se me ocurriera hacer tal cosa, simplemente debía limitarme
a seguir el asunto y terminar la faena, él iba mientras a sacarnos incluso unas
fotos, Un mes más o menos después, Ana me conto que el tío había utilizado las
fotos para conseguir la separación y el divorcio alegando infidelidad
manifiesta ante las evidencias que mostraban las puñeteras fotografías. ¡Vamos
que mi polla y mis pelotas fueron examinadas hasta por jueces y letrados!, --todo
un honor.
De todos los personajes que formábamos parte
de la denominada “la peña” quizás el más “especial” era el que llamábamos “el
niño” y que como su propio apodo indica era el benjamín del grupo ya que tenía
por esta época unos dieciocho o diecinueve años. Como cualquier benjamín de una
familia contaba con el aprecio y protección de todos nosotros, tan fuerte era
esta que aún recuerdo la broca que me largo Beto el día que se enteró que yo le
había dado varias ampollas de morfina para que trapicheara con ellas cambiándolas
por tripis. Aquel día Beto me llamo de todo menos bonito sobre todo porque
estaba indignado del lio en el que podía yo haber metido a “el niño” si a este
le hubiera pillado la pasma con el cargamento de ampollas. Debo reconocer que
fue una absoluta e irresponsable conducta la mía involucrar al chaval en una
historia tan fuerte, pero era una época de mi vida en la que navegaba por esta
con absoluto y total descontrol pensando en la mayoría de tiempo solo en estar
colocado.
Buena persona y además inteligente “el niño”
tomaba clases de música con Manuel Alvar “el maestro”, un excelente profesor
que vivía de impartir clases y dedicado por otro lado a dar pequeños recitales
de exhibición técnica y ejecutante. Tanto Manuel como “el niño” solían acompañarnos
ocasionalmente a alguna de las cenas en las que nos reuníamos el grupo, sobre
todo por las fiestas de año nuevo. A diferencia de “el maestro” que solía
“colocarse” con dos o tres copas de más terminando casi con una considerable
cogorza a pesar de lo poco que bebía el niño era un auténtico consumidor en
potencia y en esencia de tripis y canutos. En una de las pocas ocasiones que le
permitíamos participar en una de nuestras fiestas a lo bestia estuvo
prácticamente toda la noche “chupando tripis” y fumándose canuto tras canuto,
de hecho estuvo más de dos días más colocado y fumado que el propio Bob Marley.
Incluso tuve que cederle durante un par de horas mi apartamento para que se
follara a su pibita pues con tanto colocon estaba más cachondo que una mona en
pleno periodo de celo. En el terreno musical formaba parte de una banda de
jovencitos de su edad que le daban al blues y al rock de puta madre, no
extrañándome en absoluto en el caso de que aún sigan juntos que cualquier día
lleguen a saltar al estrellato de las grandes figuras del pop-rock.
Emilio, Rafa y “El siniestro” eran otros
integrantes más o menos habituales de “la peña”. Eran menos asiduos que otros
pero no por ello menos activos a la hora de participar en alguna de las grandes
ocasiones. “El siniestro” que era apodado con este alias por su desmedida
inclinación a un desproporcionado estado pesimista, tenía además un extraño y
raro sentido del humor más negro que se pueda uno imaginar. Sus bromas más
habituales siempre estaban enmarcadas de alguna forma dentro de lo que podríamos
denominar “pésimo humor negro”. Un ejemplo clarificador fue la pesada broma que
le gasto al propietario de un restaurante chino al que solíamos acudir de vez
en cuando, le coloco una gigantesca piña de petardo y cohetes en el árbol
navideño que habían colocado a las puertas del establecimiento causando tal
estruendo que el pobre chino llego a pensar a priori que le habían puesto una
bomba en la puerta llegando incluso a llamar asustadísimo a la pasma. En otra
ocasión le entrego a un ciego que conocía de comprarle algunos días el cupón un
paquete como regalo de navidad en el que había envuelto una gigantesca cagada
que acababa de hacer con tal objetivo premeditadamente. Sus bromas eran de tal
calibre y de un modo tan imprevisible que todos de alguna forma le teníamos
cierto respeto por lo que pudiera hacernos a la menor ocasión en la que él
podía intuir que habíamos bajado la guardia. En un concierto en La Riviera
durante la actuación del dúo “Ella Baila Sola” se marchó a mear y cuando volvió
nos comentó que se había cagado en uno de los meódromos colgantes y que además
había esparcido polvos de anilina roja por los restantes para que cuando fueran
a mear la peña pensaran que estaban meando sangre, estos son algunos ejemplos
del singular humor que tenía el personaje en cuestión. Precisamente la misma
noche que ejecuto estas “gracias” en La
Riviera nos ligamos a un par de suecas que terminamos llevándonos a mi casa,
mientras yo me follaba a la que me había tocado en suerte él se piro con la
otra a follarsela a una granja de pollos que tenía su padre en Paracuellos de
Jarama, porqué según me dijo eso le ponía a tope. El caso es que volvieron
cuatro o cinco horas después para poder ducharse porque ambos olían a
excrementos de pollo que te cagas. Mientras tanto la sueca que se quedó
follando conmigo me realizo una de las mamadas más memorable que recuerdo me
haya hecho a lo largo de esa época una tía, se deleitó untándome cada cierto
tiempo con mermelada la polla y
comiéndosela suavemente mientras me pasaba la lengua, se dedicó a tal menester
durante al menos una hora sin parar y además impidiendo que me corriera cada
vez que intuía que me iba. Lo cachondo de todo no fue solo la gran mamada que
me hizo, sino que cuando me corrí en lugar de tragárselo lo recogió en un vaso
que posteriormente utilizo como si fuera nata vertiéndolo sobre un plato de
macarrones que se zampo al terminar con el trabajillo. Por suerte y
precisamente gracias a esta inesperada e ingeniosa forma de aderezar los
macarrones no se percató de que estos llevaban en el frigorífico de mi casa más
de dos meses y que estaban más mohosos y putrefactos que un cadáver de dos
semanas en plena canícula veraniega.
Emilio era un tío más tranquilo y relajado en
apariencia, de hecho solo se descontrolaba cuando se pasaba al mezclar las
drogas con el alcohol. En esas ocasiones respondía con una furia incontrolable
al más mínimo incidente por mínimo que este pudiera ser. Probablemente esta
respuesta tan desproporcionada estaba causada por una personalidad psicótica
que mientras controlaba su yo no tenía problemas, pero que nada más que este se
desinhibía se mostraba con toda virulencia, en estas ocasiones lo mejor era
estar lo más lejos posible de él. Quizás estos repentinos estallidos de cólera
fueran la explicación de que llevara por esta época cuatro fracasos
matrimoniales y dos convivencias rotas con solo treinta y cuatro años, todo un
record. El caso es, que en estado normal era un tipio muy afectivo y agradable,
siendo solamente su vicio una desmedida pasión por la música, hobby al que
dedicaba no solo gran parte de su tiempo sino una considerable cantidad de
pasta, de hecho presumía y no sin razón de poseer más de seis mil cedes aparte
de unos doce o trece mil vinilos. Solía acudir a nuestras juergas siempre que
su trabajo se lo permitía –trabajaba como inspector de hacienda—y casi nunca se
perdía un concierto a los que acudíamos frecuentemente. Precisamente cuando venía
a los conciertos era cuando procurábamos no perderle la pista pues en este
ambiente era donde solía colocarse a tope y montar la bronca.
Rafa era mucho más equilibrado –al menos en
apariencia--, sus escarceos con nosotros se limitaban a esporádicas salidas
entre semana acompañándonos a tomarse unas copas y siempre además poniéndose él
mismo su propio limite. Cuando llegaba a la copa que él consideraba su tope se
largaba casi sin despedirse para su casa sin más. Lo extraño de esta norma que
él llevaba a rajatabla justificándola que era para no molestar a Lola su mujer
que no veía con buenos ojos su amistad con nosotros estaba precisamente en la
paradoja de que esta a sus espaldas se veía con nosotros y se comportaba como
le daba la gana o mejor aún como le salía del mismísimo coño. Un ejemplo de
este paradójico comportamiento de Lola mostrándose por un lado como ejemplar
esposa y por otro como un puton verbenero lo pude constatar yo mismo cuando me
llamo por teléfono para ver si yo podía hacerle un book que quería regalarle a
Rafa en su cumpleaños. Cuando acudí a su casa me recibió en bragas y
prácticamente casi sin dejarme hablar me conto rápidamente ella sin cortarse en
lo más mínimo como quería que la fotografiase. Quería fotos completamente
desnuda y en poses erótica, claro que lo de eróticas era un supuesto ya que al
rato estas poses eran más un catálogo de porno que de sensualidad o erotismo,
sobre todo cuando empezó a masturbarse metiéndose por el ano y el coño todo
tipo de objetos, o cuando incluso me pidió que le tomara planos cortos del culo
mientras cagaba sobre una bolsa que extendió en el lujoso y enmoquetado suelo o
meando de pie sobre un cubo de fregar, vamos que la pava no se cortaba un pelo
en sacar lo más sucio y perverso de su interior –nunca mejor y más claro
expuesto--. Ese día no me insinuó en lo más mínimo que le apeteciera follar
conmigo simplemente al observar mi abultada bragueta se limitó a hacerme una
paja de lo más convencional y a pedirme por favor que si me apetecía le podía
hacer un trabajito en su húmedo coñito, comentándome mientras se lo comía que así
se preparaba para echar un buen polvete con Rafa cuando este llegara del curro.
Evidentemente había algo anormal en el comportamiento de aquella pava pues
cuando me despedía de ella en la puerta del ascensor se casco un sonoro pedo y
se puso a mear en cuclillas por entre el hueco de la cabina y la puerta del
ascensor descojonándose de risa mientras me comentaba que el portero se iba a
volver majara pensando que se había roto alguna tubería de los desagües de la
casa. Unos días después acudió a mi casa para recoger las pruebas fotográficas,
apareció con un abrigo largo de paño marrón debajo del cual solo llevaba el
sujetador y unas mini braguitas de Calvin Klein en color azul celeste. Echo una
rápida ojeada a las fotos, eligió todas y me soltó la pasta que habíamos
acordado por realizarle el book y justo cuando parecía que iba a pirarse se quedó
mirándome fijamente a los ojos y me dijo así como el que no quiere la cosa que
si no me apetecía follarmela. Casi sin esperar mi respuesta dejo caer el abrigo
al suelo y se soltó el sujetador para posteriormente quitarse las braguitas y a
continuación sentarse sobre una mesa donde se medio tumbo para poder abrirse
bien de piernas y mostrarme en todo su esplendor su coño. Cuando le introduje
la polla me pidió que le metiera por el ojete del culo un soporte que había
localizado tirado en el suelo y que pertenecía a uno de los muchos trípodes que
yo usaba, el caso es que además la tía había sabido elegir pues el jodido
soporte efectivamente bien podía pasar por una picha pues su forma cilíndrica así
lo denotaba. Se corrió al mismo tiempo que yo hacía lo mismo, retorciéndose
ella misma los pezones y moviendo el trasero del tal forma que no se le saliera
el soporte del culo. Antes de marcharse me invito a un par de rayas de una
excelente farlopa y nos fumamos un par de canutos que ya traía liados en el
bolso. Pasado un rato después de que se hubiera marchado me di cuenta de que no
tenía suficiente tabaco para el resto de día hasta que volviera a salir, así
que decidí ir a uno de los bares cercano
a por un par de paquetes, fue entonces cuando me encontré que la muy guarra me
había dejado su tarjeta de visita antes de largarse en forma de una gran meada
en el descansillo de la escalera, deduje que esta debía de ser su peculiar
forma de despedirse de los tíos recordando la despedida en su casa donde había hecho
prácticamente lo mismo al mearse por el hueco del ascensor.
Algunos días entre semana y ocasionalmente
algún sábado por la mañana solíamos reunirnos parte de “la peña” en un
bar-restaurante que se llamaba “Casa Pepón”, lugar en el que ahora se encuentra
una zapatería, a pocos metros de la zona de Goya y que servía aparte de cómo
punto de encuentro de lugar para reponer fuerzas cenando o comiendo a base de
tapas que los ya colegas del mencionado bar nos servían con toda la amabilidad
del mundo. También era este sitio el punto de encuentro en el que solíamos
quedar con alguno de los muchos tipos que nos pasaban la farlopa, el hachís o
los tripis que consumíamos por esa época en cantidades industriales.
Precisamente en este lugar fue donde volví a reencontrarme después de casi un
año sin habernos visto ni hablado con mi vieja amiga Alma. Fue un día en el que
yo estaba tomándome unas birras mientras hacía tiempo esperando a que Beto
cerrara la tienda de música para tomarnos juntos unas cuantas birras más,
cuando inesperadamente entro en el local. Me quede de una pieza a pesar de que
Beto me había comentado que posiblemente aparecería una amiga con la que había
quedado citado allí y que se dirigiría a mí para que le hiciera compañía hasta
que él llegara. El caso es, que la sorpresa fue mutua pues tampoco Alma podía
suponer que el presunto amigo de Beto fuese yo, pero así son las cosas y así
suceden para sorprendernos la vida en más de una ocasión. Al parecer Beto y
Alma habían sido vecinos en la infancia, incluso estuvieron durante algún
tiempo compartiendo parte de la EGB en el mismo colegio del barrio, el caso es
que siguieron manteniendo el contacto esporádicamente y por alguna extraña y
rara coincidencia el destino volvía a facilitar que volviéramos a
reencontrarnos cuando ambos un año atrás habíamos decido que esta posibilidad
no pudiera darse nunca más, al menos por decisión nuestra. Tras los instantes
de sorpresa, incredulidad y estupor pude observar que estaba igual de seductora
y atractiva que la última vez que habíamos decidido separarnos, incluso por qué
no reconocerlo tuve que admitir que el largo año sin verla la había favorecido
aún más pues en definitiva estaba bellísima, sin duda ahora si que podía ocupar
la portada de cualquier revista en lugar de ponerse ella tras las cámaras. En
pocos minutos volvimos a ser tan inseparables como antes de haberlo dejado, tan
manifiesto era que cuando apareció Beto rápidamente se percató de que sobraba
su presencia entre nosotros y al poco rato se marcho poniendo como disculpa que
había quedado con Malena su ex para resolver no se qué historia que aún tenían
pendiente, el caso es que se fue dejándonos solos a los dos. Desde ese instante
la noche volvió a ser nuestra fiel e inseparable compañera, primero nos fuimos
a cenar a Tony Roma´s que siempre había sido nuestro restaurante predilecto,
después fuimos a pillar unos gramos a un conocido garito de Malasaña donde Alma
pillaba la coca y finalmente nos dirigimos a beber como hacíamos en los viejos
tiempos a nuestro lugar fetiche el Honky Tonk. Allí entre trago y trago de
bourbon aderezado con frecuentes visitas a los lavabos fuimos rememorando poco
a poco nuestras vivencias pasadas, los buenos y malos ratos compartidos y sobre
todo a justificar el porqué habíamos acordado no vernos nunca más. Casi sin
darnos cuenta el tiempo se nos echó encima y tuvo que ser una de las chicas del
mostrador la que nos recordara que iban a echar el cierre, era la hora de
cerrar el Honky y teníamos que ahuecar el ala, habían caído dos botellas de
Jack Daniel y dos gramos de farlopa. Fuimos paseando hasta las cercanías de la
calle Galileo, casi al lado del entrañable Club Revolver donde yo había aparcado
mi Lancia para poder acercarla a su apartamento. Antes de montarnos en el
vehículo decidimos echar un polvo dentro de una cabina telefónica que estaba
justo en la cercana Glorieta de San Bernardo ante la atónita mirada de la peña
que transitaba a esas intempestivas horas por la zona, sobre todo taxistas que acudían
a reponer fuerzas en el bar Ibérico que permanece toda la noche abierto.
Prácticamente amanecía ya cuando finalmente la deje en la puerta de su casa,
antes de arrancar el vehículo para marcharme observe al mirar hacía una de las
ventanas de su apartamento que Javier estaba intentando llamar mi atención
moviendo las manos para saludarme, le devolví el saludo moviendo igualmente uno
de mis brazos y sonriéndole mientras arrancaba el vehículo y emprendía la
marcha hacía mi casa para ducharme, desayunar y largarme con el tiempo pegado
en el culo a cumplir un día más con mi jornada de curro en el colegio de los
cojones que me servía como medio para pagar mi apartamento y alguno de mis
“inconfesables” vicios.
Pase prácticamente toda la jornada laboral en
el colegio sobreponiéndome a la resaca del alcohol y las drogas y por supuesto
sin poder quitarme de la cabeza a Alma, por un lado deseaba ardientemente
reanudar mi relación con ella pero por otro lado era muy consciente del peligro
que podía acarrearme reanudar cualquier nueva relación con ella, sobre todo por
las experiencias tan chungas que me había hecho pasar en el pasado con sus
crisis y su permanente adicción a las drogas duras como la heroína y la coca.
Pese a que profesionalmente la había encontrado mucho más centrada que nunca,
currando de primera ayudante con uno de los más prestigiosos fotógrafos de moda
del país, en el terreno afectivo no acababa de convencerme su estado, su
relación con Javier hacía aguas por todos lados y además yo ya sabía por
experiencias anteriores que cuando Alma se encontraba pasando un mal rollo
afectivo con su pareja era mejor estar lejos de ella ya que podía ser como una
bomba retardada a punto de estallar en cualquier momento de forma inesperada y
sorprendente. Concretamente recordé una de las últimas veces que en el pasado
me había montado alguna situación rara a este respecto como el pollo que lio en
el VIPS de Velásquez cuando tropezó y tiro al suelo todos los utensilios que teníamos
en ese momento sobre la mesa incluyendo a la propia mesa cuando volvía de
esnifar heroína en los lavabos y creyó que alguien la había zancadilleado
intencionadamente. Fue una de esas escenas propias de un psicótico
completamente descontrolado y que cada vez con más frecuencia estaba empezando
a sufrir por esa época, finalmente cuando logre calmarla un poco y conseguir
que el encargado del VIPS también se tranquilizara y no llamara a la pasma
saque a Alma del lugar y ya en plena calle le empecé a gritar que no quería
volver a saber nada más de ella, que estaba hasta los cojones de sus continuas
crisis y sobre todo cansado y aburrido de ver que solamente le preocupaba
consumir drogas y beber hasta el agotamiento. Además le añadí que si se quería
autodestruir que lo hiciera ella solita y nos dejara tranquilo a los demás,
incluso le recrimine en ese momento lo mal que me había hecho sentir cuando me
engaño diciéndome que había terminado con Javier y me llevo a su apartamento a
follar para que este nos encontrara en plena faena, --eso no te lo perdono, le
dije, ver a Javier llorando enfrente de nosotros es una imagen que no puedo
borrar de mi mente.
Recuerdos aparte esta era la realidad en la
que se movía Alma, todo lo demás era engañarme, si quería volver a tener una
nueva relación con ella tenía que ser consecuente y aceptar que siempre iba a
ser así, con Alma no había otra opción su vida era una constante y absurda
lucha entre su Eros y su Tanatos, o aceptabas sus reglas o no tenías nada que
hacer a su lado esa era la triste realidad y así tenía que asumirlo. A pesar de
todo no podía dejar de seguir evocando el pasado y también me acorde de aquel
día en el que durante una fiesta que celebraban en el Club Revolver
homenajeando a la Velvet Underground y Andy Warhol, a la que yo había acudido acompañado aún de la
que todavía por aquel entonces era mi segunda mujer, acompañados de Juan
su hermano menor y de su histérica mujer, y habíamos coincidido en un momento dado con
Alma y Javier. Fue cuando acudí a mear y me los encontré a ambos, estaban
tomando una copa en una de las barras y me pare para saludarlos, al volver de
mear volví a encontrarme a Alma esperándome en la salida de los aseos, volvimos
a entrar y en el lavabo de chicas echamos un rápido y brutal polvazo mientras
me susurraba al oído que no me enamorara nunca de ella, teníamos que estar
siempre así, jugando con el morbo y la pasión del riesgo… Cuando regrese me
estaban esperando Patricia, mi cuñado y su anormal mujercita para marcharnos,
porqué ninguno de ellos soportaba aquel ambiente lleno de drogotas y de gente
estrafalaria que además escuchaban una música ensordecedora y atronadora.
Acepte largarnos, supongo que en parte porqué me sentía tan feliz del polvo que
acababa de echar con Alma que me daba ya todo igual, y en parte también porque
era completamente absurdo intentar convencer a aquellos tres pijos de mierda
para que disfrutaran del buen ambiente que imperaba en aquel entrañable local
que era Revolver.
Recordé también, como si de una vieja
película se tratara el día que vi a Alma por primera vez, apenas acababa de
dejar atrás su adolescencia y era una jovencísima y bella criatura que empezaba
a brotar a la vida como una singular y rarísima flor exótica, estaba pletórica
de ilusiones por hacer cosas cuando acabara la carrera –por aquel entonces
cursaba tercero de periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información—y
dedicarse fundamentalmente al mundo de la imagen, su apasionamiento por la
fotografía y sus ansias por llegar a ser la versión femenina de Robert
Mapplerthorpe como le gustaba contarme. Era un época en la que continuamente
rechazaba la posibilidad de poder dedicarse al mundo de la moda como modelo,
--ofertas tenía a mogollón—argumentando que ser modelo era alienante para la
mujer ya que esta se convertía simplemente en un objeto de consumo sexual para
los tíos. También solía quejarse de lo difícil que le resultaba encontrar tíos
que supieran valorarla intelectualmente y no sólo por su físico, --la mayoría
de los tíos no sirven ni para echar un buen polvo, te manipulan el clítoris
como si fuera el mando de una videoconsola, no tienen sensibilidad para hacer
disfrutar a una mujer—me decía mientras apuraba de un trago el resto de su copa
y ponía cara de cabreo.
Un día en el Honky mientras nos bebíamos un
bourbon con una birra y nos terminábamos de colocar fumándonos un canuto se me ocurrió
decirle entre bromas y risas que aparte de pasármelo de puta madre conversando
con ella sobre los beats, Henry Miller, Anaïs Nin, Bukowsky, Mapplerthorpe,
Cindy o Noan Goldin, me estaba enamorando perdidamente de ella. Inmediatamente perdió
la sonrisa, se puso rígida y muy seria después de un largo silencio que se hizo
interminable me dijo mirándome fijamente a los ojos que si tan enamorado estaba
de ella, que nunca más se me ocurriera decírselo, añadiendo a continuación que
le diera mi palabra de que iba a ser así. Tuve que prometérselo varias veces
antes de que se disculpara diciéndome que aquella noche tenía que marcharse
antes porqué al día siguiente tenía un examen, sin dudas mi confesión
espontánea había arruinado la noche.
A partir de aquella metedura de pata por mi
parte, tuve que asistir impasible a sus continuos flirteos con la fauna de tíos
más repugnantes y babosos que se ligaba en los garitos y lugares más insólitos,
igualmente tuve que aceptar verla acudir a mis citas con evidentes muestras de
haber sido maltratada físicamente sin poder ni siquiera sugerirle algo al
respecto, y por supuesto asistir a través de los años a la imparable
autodestrucción en la que poco a poco fue metiéndose cuando se engancho a las
drogas de una manera bestial.
Cuando acabe mi jornada laboral aquel día en
el colegio decidí ir directamente a casa para darme una reconfortante ducha y
sobre todo meterme posteriormente en el sobre y descansar física y mentalmente
hasta el día siguiente. Mis planes se vieron momentáneamente interferidos justo
cuando al salir de la ducha sonó el timbre de la puerta. Era la ya habitual
visita de una de mis vecinas que desde hacía algunos meses acudía a contarme
sus muchas penas, --alegrías más bien pocas—e intentar de alguna manera
conseguir algo que yo ingenuamente pensé
en un principio que se trataba de mi amistad y que más adelante me di
cuenta de que era otra cosa, realmente lo que se proponía conmigo era
simplemente echar un casquete y punto. El caso es que me fastidio el poder
meterme directamente después de la ducha en la cama y tuve que aguantar durante
un par de horas que me soltara su rollo y me contara una vez más sus neuras
sobre su expareja, su familia, su aburrido y rutinario trabajo y sobre todo de
la solitaria e insatisfactoria vida que llevaba habitualmente. Menos mal que
tan patético panorama no solo no me quito las ganas de meterme en la cama sino
que aún aumento más mi deseo de ensobrarme y desconectar del absurdo mundo en
el que vivimos así que nada más largarse tan inoportuna visita me metí de
inmediato entre las sabanas y el edredón consiguiendo de inmediato dormirme.
Duro poco mi satisfacción ya que a los pocos minutos de haberme quedado
profundamente dormido me despertó el insistente sonido del portero automático,
en un principio pensé en pasar completamente de abrir a quien fuera y hacerme
el sordo pero la insistencia con que era pulsado el puto timbre hizo que no
tuviera más remedio que optar finalmente por contestar y saber quién coño podía
aparecer un miércoles a las ocho de la tarde por mi apartamento llamando con
esa insistencia.
¡Sorpresa! Se trataba de Celia la pequeña y
sorprendente criatura que había conocido en la tienda de Beto. Celia ya había
acudido a mi apartamento en dos o tres ocasiones anteriormente pero siempre
llamando previamente por teléfono para concertar la visita , quizás por este
“olvido” me sorprendió aún más su inesperada visita. ¿Qué podía querer para
visitarme tan inesperadamente, y sobre todo por qué tanta prisa para que le
abriera la puerta?. El caso es que le abrí y mientras esperaba a que llegara a
la puerta del apartamento pensé en la primera vez que vino a visitarme, fue con
el pretexto de hacerse un book en el que apareciera tocando diferentes
instrumentos musicales --estaba
aprendiendo a tocar el saxofón—al objeto según me dijo de tenerlo preparado
para cuando se dedicara profesionalmente a la música. La segunda visita que me
hizo fue para recogerlo y entonces es cuando inesperadamente después de
observar algunos de los desnudos que yo tenía por esa época enmarcados y
colgados en el estudio me dijo que le apetecería posar desnuda para que yo le
hiciera algunas fotos como las que colgaban de las paredes del estudio. En
aquella ocasión no pude hacérselas porqué yo tenía que acudir a realizar un
reportaje de los que solían encargarme las agencias, así que le dije que ya la
llamaría para concertar una cita y hacerle las fotos que quería. No tuve que
preocuparme en llamarla porqué dos o tres días después fue ella la que me
telefoneo para recordármelo y ver si podíamos quedar, concerté una sesión con
ella para el día siguiente.
Celia era a medias brasileña y portuguesa.
Nunca logre saber realmente de qué lugar era originaria pues siempre que se lo
preguntaba me contaba una historia completamente diferente. Según la versión
que le apetecía contarme unas veces había nacido en el Brasil y otras en una
especie de aldea perdida de Portugal, sobre su familia también diferían las
versiones ya que una veces me contaba que estaban todos vivos y otra que sólo vivía
una tía que estaba trabajando de asistenta en Madrid con la que solía quedar a
menudo para verse. El color de su piel, su edad así como otras cosas
relacionadas a conocer como se ganaba la vida tampoco logre que me las contara
fielmente, sobre su edad concretamente unas veces me dijo que ya había cumplido
los veinte y otras que solo tenía quince. El caso es que cada vez me contaba
una milonga completamente diferente y no pude nunca saber realmente si su padre
era o había sido negro o si su madre era blanca como me insinuó en un par de
ocasiones. Finalmente opte por seguirle la bola y asentir en todo lo que me
contaba, sin dar crédito por otro lado a nada de lo que me largaba. Volviendo a
esta segunda vez en la que acudió a mi apartamento, lo que me sorprendió más
fue que nada más llegar y tras los saludos y besos de rigor se empezó a
despelotar quedándose en un santiamén en pelota picada sin cortarse un pelo y
empezando a poner posturitas de pose para que yo empezara a fotografiarla. Le
tire un par de rollos y a continuación le dije que se pusiera las braguitas
para hacerle algunas más con ellas pues me apetecía fotografiarla en plan
lolita y para este fin las braguitas daban más morbo que el despelote. Cuando
acabamos le dije que si le apetecía tomar un café o algún refresco y me dijo
que no, que lo que quería era que la abrazara y le hiciera algunas caricias.
Accedí más que sorprendido y al cabo de un rato me di cuenta por su forma de
comportarse que no quería follar, simplemente lo que necesitaba esta criatura
era sencillamente afecto y mimos ya que casi se estaba durmiendo en mis brazos.
No obstante note al seguir acariciando su cuerpo que al bajar mi mano hacía la
zona del pubis se estremecía sensualmente por lo que me tome la libertad de
acariciar suavemente el vello que envolvía su coñito y fue entonces cuando pude
apreciar que estaba bastante húmeda, así que lentamente le introduje uno de mis
dedos separándole los labios para tocarle el clítoris y estimulárselo. En un
breve espacio de tiempo tuvo un orgasmo tan fuerte que más bien pareció que se
meaba en lugar de correrse ya que mojo de una forma más que ostensible la moqueta
sobre la que estábamos tumbados. Antes de irse me dio un mogollón de besos y
varios abrazos como agradeciéndome el asunto… Perdí el recuerdo de estas
imágenes cuando repentinamente apareció en bragas bajando por la escalera que
facilitada el acceso a mi apartamento,
en los pocos segundos o tal vez minutos en los que yo había estado esperando a
que bajara tras abrirle la puerta ella se había despelotado en el descansillo
de la escalera para bajar de aquella guisa. Esta vez y a diferencia de las otras
dos anteriores no utilizo ninguna justificación o preámbulo para pedir lo que
quería, sino que directamente me dijo que la masturbara y que después cuando
notara que se estaba corriendo se lo metiera por el culo, pues el coño quería
–me dijo—conservarlo virgen para el matrimonio. La verdad es que me importo una
mierda no catar su coñito pues disfrute la hostia con su más que apetecible y
prieto culito chascándole una corrida de las más generosa que ha expulsado mi
baqueteada picha.
Después de esta visita no volví a saber de
ella nada más hasta que también inesperadamente apareció un domingo sin avisar
acompañada de una pava que según ella era su “famosa” y legendaria tía. Al rato
de llegar, después de tomarse unas coca colas ambas se despelotaron para que les
hiciera fotos a las dos juntas y por separado, tire varios rollos y observe
mientras fotografiaba a la “presunta” tía que esta tenía buena figura pero la
afeaba el que estaba llena de cicatrices y manchas, pensé incluso que parecían
marcas como de haber ejercido o estar ejerciendo la prostitución, ya que en
algunos casos eran las marcas típicas con las que “castigan” los macarras a sus
pupilas cuando consideran que estas no han estado a la altura de lo que esperan
de ellas, como por ejemplo ganar menos pasta de la estipulada como norma.
Cuando acabe la sesión fotográfica nos pusimos a follar los tres, mientras se
la metía a la “tía” de Celia, esta a su vez se dedicaba a acariciarme el culo y
los testículos a la vez que ella se frotaba con la otra mano el clítoris. Me corrí
dentro de su “tía” y aproveche que aún seguí empalmado para endiñarle otro
casquete al culo de Celia. Un rato después de ducharse y comer un bocata la
“presunta” tía de Celia se despidió y se fue diciendo que había quedado con
unas amigas para ir a bailar a una disco, Celia por el contrario se quedó
conmigo durante toda la noche. Estuvimos follando un par de veces más a lo
largo de la noche, en una de estas folladas mientras yo le comía el coñete ella
me hizo una buena mamada para dejarme a punto y que me corriera otra vez dentro
de su culito, al rato se quedó profundamente dormida en mis brazos. Se despertó
a media madrugada para que echáramos un nuevo polvete, comer algo y volver a
quedarnos dormidos hasta el amanecer momento este en el que Celia se levantó,
se ducho, desayuno y se piro de prisa argumentándome que tenía que estar antes
de las ocho en la casa que curraba, --según esta nueva versión— cuidando a dos niños, mientras sus padres que
eran pilotos de aviación estaban trabajando.
Debo contar para aquellos lectores que
seguramente piensen que mi vida era un constante ajetreo de sexo, drogas y
demás juergas tanto en solitario como con “la peña”, que esto en parte no es
cierto, ya que gran parte del tiempo libre que me dejaba mi trabajo en el
colegio, así como el de reportero para las agencias lo dedicaba a la lectura,
la música, la pintura e incluso a asistir a una que otra exposición o
conferencia con las que seguir alimentando de conocimiento mi cerebro, aparte
claro está de escribir esta especie de memorias que sirviera en su día para
narrar este ajetreado periodo de mi vida, aparte de utilizarlo también como
terapia para reflexionar sobre las dudas, interrogantes y demás neuras que
supone vivir día a día en este –la mayoría de las veces—jodido mundo en el que
nos movemos. También he utilizado estas memorias para dar fe y analizar fríamente
la hipocresía y la doble moral que utilizan la mayoría de las personas con las
que me he ido encontrándome a lo largo de mi vida descubriendo como por un lado aparentan ser
personas de una intachable moralidad y actitud mientras por otro lado son los
mismos que a la mínima oportunidad se esnifan hasta el talco que le echan en el
culo a sus preciosos y bien cuidaditos bebes. Las mismas que están en contra
del aborto, de la legalización del hachís o de cualquier cosa que aparentemente
atenta contra las “buenas costumbres” y que después se abren de piernas con la
mayor frivolidad o te la chupan en la cocina mientras supuestamente preparan
los canapés y los invitados esperan en el salón .Esa misma peña que también se enoja cuando sale
de los oficios religiosos y se encuentran en la puerta un pobre que les pide
unas miserables monedas para echar un trago con el que olvidar su miseria,
mientras que ellos tienen a la “criadita” poniéndoles la mesa para que coman
cuando lleguen de ponerse a bien con “Dios”. En cualquier caso, creo que no
estaría de más admitir que en todos nosotros existe una dualidad asombrosamente
fácil de sacar al exterior y que es capaz de manifestar sin el menor pudor el
pequeño o gran Marques de Sade que todos llevamos en nuestro interior, a las
pruebas de lo que me ha tocado vivir me remito pues aunque pueda parecer lo
contrario he follado más con personas de las que diríamos que son de conducta
intachable que con las del estilo que configuran este texto dedicado a “la
peña” que son precisamente de las que se benefician las mencionadas
anteriormente, valga el ejemplo de las andanzas y desventuras que a
continuación narrare de la ya mencionada anteriormente vecinita mía.
Dora mi vecina era una de esas personas
plasta que siempre se encuentra uno a lo largo de la vida, una de esas personas
entrometida, criticona de los demás y sobre todo amargada siempre que detecta
que alguien esté viviendo su vida felizmente, en definitiva una de tantas
solitarias neuróticas que viven en las grandes ciudades y que terminan sus días
muriendo más solas que las ratas porque no hay un dios que las soporte. Pues
alguien así era la vecinita que desde hacía un tiempo venía dándome la brasa
hasta que un día decidió a mostrarse tal como realmente era y no como la
puritana y recatada monjita que aparentaba ser ante familiares, amigos y demás
fauna con la que se relacionaba. El caso es que después de varios meses tragándome
sus lamentaciones sobre la soledad, lo malo que eran los tíos, las relaciones
laborales con los demás y demás gilipolleces por el estilo decidí que esta pava
lo que necesitaba de verdad era que le echaran un buen polvo, así que la invite
en varias ocasiones a acudir conmigo a alguno de los conciertos a los que íbamos
los integrantes de “la peña” para intentar que alguno de mis colegas se
interesara por ella y le echaran un casquete. El experimento fue un rotundo
fracaso, pues ni siquiera Charlie que no le hacía asco a ninguna pava se sintió
motivado a follarsela, incluso me llegaron a comentar que no la trajera más que
era una tía que daba como mal fario. La verdad es que la tía desentonaba más en
nuestro ambiente que el Santo Monseñor Escriba de Balaguer en una concentración
de moteros, así que no me quedo más remedio que seguir comiéndome el puto
marrano yo solito saliendo con ella a tomar una copa de vez en cuando.
Precisamente uno de esos días después de que se nos hiciera bastante tarde
contándome sus desgracias mientras yo me tomaba unas cuantas copas y regresáramos
a la casa en la que ambos éramos vecinos –es obvio que en diferentes
apartamentos—capte que estaba más cachonda que otras veces, así que le puse el
caramelo en la boca lanzándole alguna que otra indirecta de cargado matiz
sexual con la simple curiosidad de ver por donde salía, el caso es, que pasado
un cuarto de hora después de despedirnos en la escalera de entrada llamo a mi
puerta discretamente para encontrármela envuelta en una bata y pidiéndome que
la dejara pasar rápidamente para que no la viera nadie. Nada más entrar en el
apartamento se fue directamente a la habitación y se abrió la bata mostrándome
que debajo solo llevaba las bragas y el sujetador. Fue un polvo de esos que
fundamentalmente sirven para descargar el depósito y que pasado un rato no
recuerdas ni de qué color tenía la tía los pelos del chumino. De hecho hasta
que no pasaron algunos días, cuando la tía le cogió gusto al tema y decidió
buscarse la excusa de que le hiciera fotos para volver a follar ni siquiera me
acordaba de cómo tenía las tetas, el culo o el mismísimo coño, para mi había
sido como decía anteriormente un chochete más sin identificación. En cualquier
caso, la tía a partir de ese polvete se dedicó a tomarle gusto al asunto y cada
dos o tres semanas acudía a que le hiciera fotos para que después me la follara
posando en poses que harían sonrojarse hasta la raíz a cualquiera de los muchos
vecinos que la consideraban poco menos que una recatada e intachable “señora”.
Me gustaría haber visto la cara de cualquiera de ellos al ver como se le ponían
las bragas a la jodida mojigata cada vez que yo la enfocaba con el objetivo de
la cámara, de hecho se apreciaba en muchas de las fotos las manchas de humedad
que traspasaban el tejido de las bragas ya que se ponía a mil por horas la muy
puta. Poco a poco y por razones que aparecen más adelante logre conseguir que
fuera desapareciendo de mi vida, pues aparte de ser una persona plasta y metomentodo
era una de esas tías neuróticas que incluso después de echar un polvete no se
tranquilizan y siguen dándote la tabarra, y lo que es aún peor era también una
de esas pavas que después de echar tres o cuatro polvos sienten que empiezas a
ser como propiedad de ellas y se sienten incluso con el derecho a intentar que
cambies de hábitos y de vicios pensando que cambiándote te van a trincar para
el resto de sus miserables vidas. Lo peor es, que cuando descubren que este
objetivo no va a ser posible pasan del amor y la admiración al odio más
puñetero y pueden llegar a intentar en algunos casos joderte un poco la vida si
no te cuidas tú de ello. Menos mal que con esta tía me cuide de protegerme con
un juego de fotografías como seguro por si las moscas no estando de más nunca
protegerte de esta fauna neurótica.
Marta era una de las pocas chicas que en
lugar de ser pareja de alguno de los integrantes de “la peña” formaba parte
ella del grupo como un miembro más. Era abogada y trabajaba como socia de pleno
derecho en un prestigioso bufete dedicado al sector financiero, por lo que
manejaba grandes cantidades de pasta. Durante el día actuaba perfectamente en
su papel de honorable miembro del gremio de abogados serios y respetables, pero
a la mínima oportunidad que tenía se transformaba en otra persona diferente a
la que aparentaba ser. Estaba casada con un tío treinta años mayor que ella,
dedicado a la construcción tenía una de las muchas empresas que se habían
enriquecido con la especulación inmobiliaria por lo que también por parte de él
nadaban en pasta, hecho este que era una de las cosas que le permitía conseguir
todo lo que le apetecía tanto dentro del matrimonio como fuera de él, incluido
claro esta los amantes que le daba la real gana. Solía preferentemente acudir a
las salidas de “la peña” los jueves por la noche para empalmar hasta el sábado
al mediodía, momento más o menos en el que volvía a reintegrarse a su burguesa
y tranquila vida de apariencias. Tenía una apariencia y porte sobriamente
elegante, era un bellezon de esos que con algo menos de treinta años se
conservan como si tuvieran diez menos, una de esas pavas que suelen frecuentar
el circuito de la denominada milla de oro, es decir las caras y selectas
tiendas que están en lo que se conoce por el Barrio de Salamanca donde por supuesto
a nadie le preocupa conocer de antemano el precio de la prenda u objeto del que
se encaprichan. Asidua de tiendas como Loewe, Marta vestía a diario con un look
básicamente comprado en este estilo de moda que imponen firmas como esta,
frecuentando igualmente a la hora de la comida lugares como Alcalde, el Asador
Donostiarra, Casa Lucio, St James y demás lugares de este estilo donde solía
invitar a comer a colegas y clientes de lo más selecto del mundo financiero en
el que se movía diariamente.
Todo este mundo quedaba completamente
relegado en el olvido cuando Marta aparecía los jueves ataviada con unos
simples vaqueros, una mini y una camiseta o un top ajustado como toda
indumentaria, eso si la mayoría de las veces se tapaba este atuendo con unos
lujosos abrigos de Armani, Versace o
Loewe que causaban la envidia de más de una o de uno. Las veces que acudía en
jeans solía llevarlos super ajustados de tal forma que llegaban a marcarle
provocadoramente los labios del coño y mostrando igualmente uno de los culos
más eróticos que yo recuerdo haber visto en una mujer ataviada con un pantalón
vaquero, aparte claro esta del trasero en jeans de Kate Moos. Aun siendo dueña
de una espigada y alta figura Marta siempre usaba botas o zapatos de tacón alto
para acrecentarla más, se maquillaba poco, pero suficiente para resaltar las
peculiaridades de rostro bellísimo y sensual en que resaltaban unos hermosos
ojazos azules, a pesar de que la mayoría de las veces los ocultaba detrás de
unas gafas de sol. Para sus farras solía dejarse suelta la larga melena rubia
que solo en ciertas ocasiones se recogía en una bonita coleta con una cinta
roja. Las veces que decidía usar minifaldas era obvio que no pasaba para nada
desapercibida a la mirada tanto de hombres como mujeres, pues tenía una de las
piernas más bonitas que recuerdo haber visto en una fémina que se
complementaban extraordinariamente bien con unos muslos excelentemente
torneados dando paso a un trasero del que ya he contado sus bondades, en suma
una autentica seductora para cualquier ser que se cruzara en su camino
independientemente de edad, sexo o naturaleza, era en suma irresistible. Su
desmadre era proporcional a su belleza, esnifaba la coca como el que más e
incluso llegado el caso competía bebiendo hasta con la mismísima Alma a la que
en más de una ocasión dejo tirada, hecho este que casi ninguno de nosotros
conseguía fácilmente pues Alma era como un pozo sin fondo, en una palabra
insaciable. Su actividad sexual era igualmente desproporcionada, se había
tirado prácticamente a toda “la peña” y además a conciencia ya que cuando
encontraba a alguno de los que les gustaba bien la jodienda los exprimía hasta
sacarles la última gota de leche. Practicaba la jodienda sin cortarse un pelo
en nada que le apeteciera por escabroso o singular que pudiera ser, aplicaba la
máxima a la que estaba acostumbrada habitualmente de conseguir todo aquello que
deseaba, así que tampoco era raro que te mandara a tomar por culo si no
accedías a secundarla en lo que te solicitaba. En mi caso practique con ella
todo tipo de perversiones, llegando a introducirle hasta humo de marihuana por
el agujero del coño o el del culo, e incluso llegue a follarmela a petición de
ambos, delante de su marido. En cierta ocasión me pidió que acudiera a su casa
y esta vez fue para que la jodiera analmente mientras un delicioso y amoroso
cocker le lamía compulsivamente el coñito, evidentemente estaba bien adiestrado
para tal menester. Ignoro porque pero también en otra ocasión nos eligió a Beto
y a mí para invitarnos a acudir con ella a una sofisticada sauna de alto nivel
exclusiva para ejecutivos y demás fauna del estilo. En ella contrato a cinco
jovencísimas putillas para que nos dieran un masaje a los tres incluyendo por
supuesto todo tipo de apetencias sexuales que se nos pudieran ocurrir o
apetecer. Personalmente salí con un mal rollo de la hostia de esta puta
experiencia, pues por si tenía alguna duda al respecto pude comprobar con todo
lujo de detalles como con el dinero se compra absolutamente todo, incluido a
cualquier ser humano, al que te puedes permitir vejar hasta condiciones límite
sin culpabilidad de ningún tipo, ya que posteriormente le sueltas la pasta y a
este o esta no le queda otra opción que volver a lamerte el ojete. Por cierto,
fue muy curioso observar la reacción de Marta cuando al ir a firmar el recibo
de la Visa vio por pura casualidad que el recibo que por un imperdonable
descuido del encargado aún estaba sobre el mostrador, pertenecía a su padre.
Marta empezó a alejarse de “la peña” en la
misma medida en la que empezó a colgarse de la heroína, al principio se
limitaba a mezclar farlopa con heroína pero a medida que fue enganchándose más
al asunto paso directamente a la heroína e incluso a pincharse en lugar de
fumarla o esnifarla, el caso es que progresivamente se fue introduciendo en el
oscuro y siniestro mundo de los yonquis, aunque en su caso fuera en el de los
que no necesitan robar para obtener su dosis. Más o menos un año después de que
se alejara de nosotros, me entere por Beto que había pillado el sida y que se
estaba muriendo, de hecho solo pude despedirme de ella por pura casualidad ya
que dos días después de acudir a verla en un hospital en el que la habían
recluido sus familiares de acuerdo con el puto marido, me entere que había muerto
de madrugada completamente sola y abandonada por toda la familia incluyendo al
marido y a la multitud de presuntos amigos y amigas que en otra época de su
vida se disputaban el favor de la pobre Marta. Menos mal que no dejo
descendencia, muy joven se había hecho una ligadura de trompas como
anticipándose a negarse dejar un vástago que pudiera seguir por cualquier
circunstancia de la vida sus pasos.
Casi sin darnos cuenta fue pasando el tiempo
y en la medida que pasaba este fueron disminuyendo los miembros de “la peña”,
en unos casos fue como causa del hecho que aparto a Marta de nuestras vidas y
en otros debió de ser el aburrimiento, la apatía o simplemente la necesidad de
llevar una vida más sedentaria y tranquila, en cualquier caso la realidad era
que cada año quedábamos menos miembros en la pandilla. Cuando más claro vi la
disminución de “la peña” fue cuando llego la celebración de una de las últimas
nocheviejas que en teoría aun celebramos como tal grupo y solamente acudieron a
la tradicional cena unos seis o siete como mucho, pero quizás la imagen más
patética y esclarecedora de que los tiempos estaban cambiando fue la que
recuerdo de lo solo que nos sentimos Beto, Toti y un servidor cuando vimos que
en la fiesta en el Yastá local al que solíamos acudir después de las
tradicionales uvas de la medianoche solo llegábamos los tres y menos mal que
sobre la marcha se nos unió Emilio un primo de Beto, en definitiva que pasamos
la noche solamente los cuatro sin que se nos uniera por primera vez en muchos
años nadie más de “la peña”. Definitivamente como cantaba Bob Dylan en su
triste pero elocuente canción “…los tiempos estaban cambiando”. De hecho por si me quedaba alguna duda
observe como a mi lado, apoyados en la barra una jovencísima pareja de no más
de quince o dieciséis años cada uno esnifaban sin el más mínimo pudor y a la
vista de todos un par de larguísimas rayas de farlopa sin importarles un huevo
que alguien pudiera observarlos. Más significativo aún fue lo que vi al subir
las escaleras de los meódromos para intentar echar una meada al objeto de
rebajar mi completa vejiga y casi me parto la crisma al resbalar con los meados
que chorreaban por las escaleras. Lo peor fue que cuando finalmente logre
acceder al interior de los aseos de tíos vi que era prácticamente imposible
mear ya que todos estaban atascados por la mierda, las potas o en el mejor de
los casos ocupados por gente follando o chutándose a lo bestia. En mi
ingenuidad pensé que a lo mejor el de las tías estaría algo mejor, así que me
largue hacia el de ellas y nada más traspasar la puerta de entrada pude
comprobar para mi asombro que estos aún estaban peor, en la propia puerta de
acceso había un par de tías tiradas en el suelo y una de ellas revolcándose en
su propio vómito y en los meados que estaban esparcidos por los suelos. El
interior no defería en nada de el de los tíos, también aquí en estos
jovencísimas chicas se chutaban, follaban con algún tipo o simplemente se lo
hacían entre ellas sin mostrar el más mínimo pudor. Ante tal panorama decidí
finalmente mear en uno de los lavabos y largarme de allí echando hostias así
que me acerque a uno de ellos en el que estaba sentada una tía precisamente
meando en él, cuando pensé que había terminado le dije que si no le importaba
dejarme mear a mí, por toda contestación me dijo: --cómeme el coño tío. Viendo
el feo panorama que me rodeaba opte por mearme sobre su coño al ver que la pava
ni se inmutaba mientras lo hacía, simplemente se sonreía bobaliconamente
mientras yo la regaba con mi meada. Hacía las siete de la mañana decidimos
recogernos y nos marchamos del Yastá caminando por la Gran Vía en dirección
hacía Cibeles buscando un taxi, cosa bastante impensable de conseguir viendo el
panorama de peña que intentaba lo mismo que nosotros sin el menor éxito ya que
eran muy pocos los taxis que se aventuraban a recoger semejantes despojos
humanos. Parecía que toda la peña que pululábamos por aquellos lugares veníamos
más que de celebrar una entrañable llegada del año nuevo de una bacanal
orgiástica de las antiguas fiestas que celebraban los romanos de sexo, drogas alcohol
y seguro que de rock and roll, solo que en lugar de con guitarras eléctricas
con instrumentos de la época. Era aterrador observar que si te apetecías podías
elegir entre la más variada fauna a la tía o tío que te apeteciera follarte sin
el menor problema porqué la inmensa mayoría estaban completamente colocados o
con un pedo de la hostia de tal forma que no diferenciaban una polla de un
paraguas, lo único que sabían hacer es sonreírte imbécilmente y decirte –feliz
año nuevo tío. Más allá de estas convencionales frases todas las demás eran un
trabalenguas imposible de descifrar. Posiblemente la prueba más evidente del
desmadre al que llegan estas peñas lo tuve cuando al intentar ayudar a una jovencísima
chavala que estaba potando sola, lejos de su grupo que se marchaban
indiferentes a ella, al sujetarle la frente me dijo que aprovechara para
metérsela por el culo que no llevaba bragas… Sin lugar a dudas, los tiempos
estaban cambiando, pero estas nuevas historias las iré contando si el tiempo
que me quede por vivir lo permite en la continuación algún día de estas anti
memorias de un libertino en fase de extinción.
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